miércoles, 16 de noviembre de 2011

El museo perdido de los nazis. Expolio.

Un buen día de 1909 un joven de Braunau sale lleno de frustración de la Academia de Bellas Artes de Viena. Se llama Adolf Hitler y le acaban de comunicar por segunda vez que no será admitido para estudiar en ella. Curiosamente el pintor Kokotscha es admitido ese mismo día.

Durante el periodo que media entre el primer día de la estancia de Hitler en Viena y su ingreso en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, se dedica a pintar compulsivamente obras que, paradojicamente, son apreciadas por sus compradores, empresarios e intelectuales judíos.

Ya como lider del Partido Nacionalsocialista del Trabajo en 1933 comprende que el arte es un instrumento de primera magnitud para educar a las masas en la estética del nazismo. "El arte debe ser comprensible, no conducir a la meditación, como el arte degenerado de las vanguardias, porque si cuestionan la estética aria, pueden cuestionarme a mí", me confiesa Hitler tras un viaje en una máquina del tiempo.

Rosemberg es nombrado responsable del ERR, el Departamento de Confiscaciones en la Europa ocupada. Expolia obras de arte en Holanda, Francia y Luxemburgo para las galerías de arte alemanas.

Otro gran responsable de este expolio es Hermann Göering, el chapucero jefe de la Lutfwaffe. Casado con la baronesa Karim Von Fock, aprende de ella a apreciar el arte. Pronto llenará la mansión de su pareja de obras de arte sustraidas de los envíos de Rosemberg. Se lleva obras de arte de Donatello, Botticelli y Rafael de Italia, a espaldas del Gobierno fascista de Mussolini con la excusa de que en Alemania estarán a salvo de los bombardeos. Más tarde, cuando Berlín es atacada por el Ejército Rojo, mandará estas obras al oeste, no se sabe muy bien a dónde, pero serán interceptadas la mayoría de los trenes especiales por las tropas aliadas.

De todas maneras quedan más de 100.000 obras de arte hoy, en 2011, en paradero desconocido. La rázón es que muchoas de ellas fueron compradas tras la Segunda Guerra Mundial legalmente y sus propietarios no quieren escuchar historias de expolio de la época de las esvásticas.

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