sábado, 12 de noviembre de 2016

Habla Simon Gronowski, superviviente del Holocausto.

Tres jóvenes armados con una pistola y un farol detuvieron en Bélgica el convoy número XX con destino a Auschwitz. Un total de 233 prisioneros lograron saltar en una fuga masiva única. Lo de única es por que no se intentó el ataque a los convoyes de mano de obra judía del Tercer Reich nunca más. XL Semanal localiza a Simon Gronowski, uno de los supervivientes; tenía 11 años cuando escapó de aquel tren de la muerte.
Simon Gronowski frente a un vagón de transporte de mano de obra subhumana. Foto cortesía de XL Semanal (2016)

19 de abril de 1943. El maquinista para el convoy ferroviario tan pronto como ve una luz roja sobre la vía. Los soldados alemanes bajan del tren para ver qué pasa. Entre tanto, un joven miembro de la Resistencia belga, Robert Maistreau, se acerca a una de las portezuelas de los vagones de prisioneros y abre la puerta corredera. Miles de ojos asustados le miran hacer. "Sortez, sortez", les indica Maistreau. Tras un breve desconcierto escapan en esa parada un total de 17 judíos.
Aquella sencilla y nada aparatosa operación de la Resistencia belga logro hurtar de las cámaras de gas a 233 prisioneros. Todo ello fue obra de tres hombres: los estudiantes Robert Maistreau y Jean Franklemon y el médico judío Yousa Livnitz, equipados solamente con una pistola y una linterna.
El plan no es obra de unos espontáneos, sino que ha sido urdido durante semanas. Varios judíos concentrados en el campo de tránsito de Mechelen, en Bélgica, tramaron la rebelión. Eva Fastag, una de las kapos judías del campo, encargada de las listas, las manipuló para incluir en uno de los vagones a varios valiosos activistas judíos provistos de herramientas robadas de los almacenes del campo.
Pero eso lo ignora Simon Gronowski, de 11 años, que viaja con su madre, Chama. "El vagón me parecía enorme y estaba muy oscuro. Yo no sabía que me habían condenado a muerte y que el trenme llevaba a mi ejecución. La gente creía que íbamos a campos de trabajo" cuenta a los reporteros de XL Semanal, desde su casa de Bruselas.
Había escuchado los disparos de los solddos nazis tras el primer parón, cuando saltaron los primeros 17 prisioneros. Luego, el convoy recuperó la marcha, y se quedó dormido en manos de su madre, Chana. "Habría pasado una hora cuando mamá me despertó. Noté la brisa: la puerta corredera estaba abierta". La habían dejado abierta los activistas judíos que viajaban en el vagón.
Ya habían saltado varias personas Cuando vio la puerta abierta, la madre de Simon actuó con astucia y valentía. "Sacó de su monedero un billete de 100 francos y lo escondió en mi calcetín y me llevó hacia la puerta. Me sujeté por la puerta y me coloqué en el escalón inferior del vagón Me dijo en yidish "Der tsus geyr rea snell"- El tren va demasiado deprisa-. Son las últimas palabras que escuché de ella. Jamás las olvidaré".
Gronowski salta en cuanto el tren frena un poco. No se hace daño y espera a que su madre baje, Pero los que bajan son un grupo de soldados alemanes con los fusiles a punto. Al principio Gronowski piensa en volver a la "seguridad" del vagón pero los soldados se interponen entre el tren y el vagón, así que corre hacia el cercano bosque. Camina toda la noche. No sabe donde está. ¿En Bélgica?¿En Alemania?
Al día siguiente llama a una puerta de una casa. Le dice a la mujer que la abre que es un niño de Bruselas que se ha perdido mientras jugaba con otros niños y que desea volver a la capital. La mujer le lleva a resencia del gendarme Jan Aerts.
Cuando Simon ve un uniforme se echa a temblar. Ya se ve entregado a la Gestapo de la región. Aerts le asegura que sabe que se ha fugado del convoy pero que no le va a entregar. No es un colaboracionista. La señora Aerts le entrega ropa limpia de su hijo, lo esconde por ese día tras darle un baño y su marido Jan lo traslada en el coche celular hasta otro pueblo, donde Simon gasta los 100 francos en un billete de tren para Bruselas.
Una vez en la capital, Simon se dirige hacia la casa de los Rouffatt, amigos católicos de su familia. Fue la decisión correcta. Allí se encuentra con Leo, su padre, que había escapado a la deportación porque no se hallaba en casa cuando la Gestapo fue por la familia Gronowski. "Viví durante 17 meses, hasta la libareción de Bruselas,el 3 deseptiembre de 1944, acogido por tres familias católicas belgas que me trataron como a un hijo", agradece Simon. Se sabresaltaba cuando sonaba el timbre, pensando que se trataría de la Gestapo, y nunca acudía a un nuevo escondite sin calcular una vía de escape por los tejados. Permaneció todo ese tiempo separado de su padre, Leo.
Leo Gronowski no soportaría la noticia, tras la liberación de Bruselas, de que su esposa había muerto, junto con el 70 por ciento de las viajeras del convoy ferroviario XX, como represalia por la fuga en masa. Moriría de una depresi´n en 1945. Su hija, Ita, fue enviada a Auschwitz en el convoy 22B. Ita fue retenida seis meses en el cuartel de Dossin. ´Desde allí partió al campo de extrminio de Auschwitz con 25.96 judíos y 353 gitanos: solo sobreviviría 1218 judíos y un puñado de gitanos.
Los responsables del valiente ataque, los esdiantes Maistriau y Franklemon, fueron capturados y enviados a campos de trabajo. Sobrevivieron. Yousa Livchitz no tuvo tanta suerte y fue ejecutado tras su captura.
De los 233 evadidos sobrevivieron 153; 26 fueron abatidos por los guardias del tren y a 89 los capturaron en los controles de la Gestapo. No se volvió a atacar ningún convoy especial del sistema de campos de concentración. Nadie sabe por qué. O no quiere pensar detenidamente en ello.

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