lunes, 13 de noviembre de 2017

Leonardo Da Vinci.

Hoy, el término "genio" se aplica a los informáticos y programadores de Sylicon Valley. Pero Leonardo Da Vinci se ganó la definición ya en el siglo XV con sus pinturas como la Gioconda o La Última Cena, y con sus diseños de máquinas voladoras, así como con sus máquinas de guerra y sus tratados sobre óptica. Por lo menos de eso nos quiere convencer Walter Isaacson en su nueva biografía ilustrada sobre el polifacético personaje.

Empecemos por la sonrisa de la Gioconda. ¿Cómo es que ha logrado hechizarnos durante 500 años?¿Cuál es su secreto?

La sonrisa de la Gioconda es la culminación de toda una vida dedicada al estudio de las técnicas pictóricas y la óptica.
Leonardo tomó muchas notas en sus cuadernos sobre cómo funcionaban cada nervio y músculo que daban expresión a los labios. En una de esas páginas se ven borradores de los labios de la Gioconda. Leonardo conservó esa pintura desde 1503 hasta su muerte en el castillo de Blois en 1519. Durante ese periodo, diseccionó el ojo humano en los cadáveres. Comprendió que la retina ve los detalles, pero sus bordes ven mejor las sombras y las formas. Si analizamos la sonrisa de la Gioconda veremos que las comisuras de los labios se vuelven hacia abajo, pero la sombra y la luz hacen que parezcan que están girando hacia arriba.

Su otra obra maestra es La última Cena, a la que llamas "LA PINTURA NARRATIVA MÁS FASCINANTE DE LA HISTORIA". Háblanos de ella.

El duque de Milán le pidió que la pintara en la pared del comedor de un monasterio. El cuadro representa el momento en que Cristo dice: "Uno de vosotros me va a traicionar". A medida que desplazas la mirada hacia izquierda y derecha ves que los apóstoles reaccionan.
Los que están cerca de él ya están preguntándole: "¿Seré yo, Maestro?". Los que están más lejos acaban de empezar a escucharlo. Cristo coge el pan y el vino e instaura la Eucaristía.

A pesar de estos logros, no desdeñables para el siglo XV, a Leonardo también se le recuerda como ingeniero y arquitecto, e incluso lo que llamaríamos hoy técnico de efectos especiales. Habla de esos aspectos de su vida.

Eso ya se nota en La última Cena, donde los gestos de los personajes son exagerados, como de cine mudo y la mesa se inclina hacia delante para que veamos todos los alimentos.
Organizar distracciones para los nobles lo llevó a los accesorios mecánicos, como las máquinas voladoras o un tornillo de helicóptero, que se usaba para hacer bajar del techo a actores vestidos de ángeles en los misterios religiosos.

¿Qué hay de Leonardo, el hombre? Era vegetariano y abiertamente homosexual, en una época en que la sodomía era un crimen. Descomprime estos elementos del personaje.

Era gay, ilegítimo, zurdo, un poco hereje, pero lo bueno es que Florencia era una ciudad muy tolerante hacia 1470. Leonardo iba vestido con jubones cortos y trajes morados y rosas. Pero las personas lo querían. Tenía un montón de amigos cercanos, tanto en Florencia como en Milán. Escribe sobre cenas con dramaturgos, arquitectos, matemáticos, ingenieros y poetas.
También era guapo. Se considera el Hombre de Vitrubio como una representación de su cuerpo proporcionado cuando tenía 30 años.

Parece ser que los dos genios de Quatrocento se llevaban mal. ¿Cuáles son los motivos del resquemor entre Leonardo y Miguel Ángel?

Leonardo era sociable y se sentía cómodo con las excentricidades que le rodeaban, como su talento o su condición homosexual. Miguel Ángel también era gay pero no se lo pasaba bien con esto. Le atormentaba. Siempre estaba de mala leche.
Miguel Ángel pinta como si fuera un escultor, con trazos bien definidos. Leonardo es el maestro del sfumatto, la borrosidad de líneas pictóricas, porque sentía que esa era la forma en que el hombre captaba la realidad.
Leonardo había dicho del David de Miguel Ángel que estaría mejor escondido entre las arcadas de una iglesia,. Miguel ángel reaccionó insultando Leonardo Da Vinci en público.
Los gobernantes de Florencia crearon una competición entre ellos para pintar escenas sobre la batalla de Anghiari en el Salón del Consejo. Los dos empezaron pero no terminaron el encargo. Leonardo regresó al Milán de los Sforza y Miguel Ángel se mudó a Roma para trabajar para el Papa Julio II en la Capilla Sixtina.

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