martes, 19 de diciembre de 2017

La secta de los asesinos.

Su aparición hace casi diez siglos, causó una revolución en el mundo musulmán. Los "asesinos", una familia escindida del Islam, fueron el primer grupo en la Historia que usó el asesinato como instrumento de Estado.

La leyenda cuenta que se drogaban inhalando hachís y que su fanatismo hacía el resto. Estamos en el siglo XI, en medio de las Cruzadas, al norte del actual Irán. Hassan I Sabah mira con atención a sus correligionarios en la fortaleza de Alamut y les exhorta con esta pregunta: "¿Quién de vosotros librará a este territorio del demonia de Nizan al-mulk Tusi?" El zapatero Bu Tahir Arrain se ofrece voluntario y durante la noche del 16 de octubre de 1092 el visir selyucida del reino de Persia, es asesinado. Ahora la gente sabrá que no puede gobernar y meterse con los nizaríes, una rama escindida de la dinastía fatimí.

Es el primero de una serie de magnicidios cometidos por los ismaelíes para despertar la suficiente inquietud para sobrevivir en el nuevo panorama político. Nunca fueron más de 60.000 personas. Jamás se asesinó a un campesino ni a un mercader. Esa gente no podía decretar su exterminio ni atentar contra los intereses políticos de los asesinos. Mataron líderes sunitas de la rama de los seljucidas. Reyes, generales, funcionarios, jueces...

Jamás les interesaron los líderes cruzados, con los que llegaron a colaborar. Si los europeos se aterrorizaron con ellos en la etapa final de las Cruzadas fue por los relatos de Marco Polo sobre un líder que secuestraba jóvenes y los llevaba a su palacio. Allí estos muchachos gozaban de los manjares más exquisitos y de las más bellas huríes. Hasta que llegaba el momento de asesinar a alguien.

Los muchachos eran drogados y presentados ante el Viejo de la Montaña. Este les decía que si querían volver al paraíso del que habían sido arrancados debían matar a este o aquel líder sunita. Si eran ajusticiados no importaba porque volverían al Paraíso. Y los jóvenes mataban a quien hiciera falta.

Layendas aparte, los nizaríes plantaron cara a los invasores sunitas desde fortalezas aisladas e inexpugnables. Optaron por el asesinato porque no disponían de ejércitos nutridos para combatir en campo abierto. Mataron en Egipto,Siria e Irán. Solo sucumbieron ante el ejército más poderoso de la Edad Media, las hordas de caballería mongoles, que pusieron asedio a Alamut.

Los nizaríes eran unos maestros del disfraz y podían convivir y fingir ser amigos del elegido durante años, antes de asestar la puñalada final. El sultán Saladino sufrió tres intentos de asesinato y una advertencia. Su única víctima cristiana llegó en 1192. Nada menos que Conrado de Monferrat, rey del reino latino de Jerusalém. Los ejecutores se hicieron pasar por monjes cristianos

En realidad, los líderes militares nizaríes adoptaron reglas que muy bien pudieran parecer familiares a los miembros de las órdenes de caballería occidentales. Los oficiales no aceptaban la presencia de mujeres en las fortalezas,;no había rangos sociales en la jerarquía nizarí, algo que atrajo a esta secta a muchas personas humildes; los miembros de la comunidad se llamaban entre sí "camaradas"; nombraban a sus líders por sus méritos, no por su status social, y los esfuerzos se consideraban empresas colectivas, no la victoria de un cabecilla.

Los adeptos que querían formar parte de la secta debían pasar por una ceremonia de iniciación para desentrañar el significado oculto de las suras del Corán. El líder más carismático fue el fundador, Hassan I Sabah (1126-1193) aunque hubo otros líderes, conocidos como los Viejos de la Montaña, elegidos por sus méritos, no por su linaje. Aunque ninguno de ellos inventó el asesinato político, basaron en ellos la subsistencia de su grupo chiita.

"Cuando llegue la hora del triunfo, con la fortuna de ambos mundos como compañera, un rey con más de 100 guerreros a cabalo sserá aterorizado por un solo guerrero de a pié"

Un poeta ismaelita.

Libros:

LOS ASESINOS. W. B. Barlett. Editorial Crítica. 2006
LOS ASESINOS. UNA SECTA ISLÁMICA RADICAL. B. Lewis. Alba Editorial. Barcelona. 2002.

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