Hoy el barrio como entidad social para los adolescentes no existe, todos estamos más aislados con nuestros smartphones, a pesar de estar unos al lado de los otros y si quieres jugar a los videojuegos tienes que gastarte más de 40 euros. ¿En serio que el siglo XXI es mejor?
2045. Wade y Samantha tendrán que jugar a un peligroso y excitante videojuego en la realidad virtual, propuesto por Hallliday, el avatar de un informático muerto cinco años atrás. Tendrán que enfrentanse a Sorrento, un empresario de videojuegos, que desea que la gente se arruine por perder en simples partidas que dejan de ser divertidas. Los que lo pierden todo tienen que trabajar como esclavos en Oasis, un mundo virtual, para la corporación que dirige.
La película es toda una ensalada de referencias a ese paraíso perdido que fueron los últimos 70, los 80 y los primeros 90, cuando el barrio y las promesas del futuro eran nuestras. Chucky, el Muñeco Diabólico; el Respandor, la película de terror de Stanley Kubrick: Goro, de Mortal Kombat; Godzilla; el Gigante de Hierro, etc...
Es más, la cinta parece construida sobre la inocencia argumental de las películas de ese periodo, solo que con más efectos especiales 3 D. Solo chirria que unos chavales más que válidos para complicar la vida de los adultos en el mundo de Oasis también puedan luchar con adultos más que capacitados para matarles en la vida real. Eso no es creíble, señor Spielberg, pero como forma parte de la evocación de ese mundo de inocencia y esperanza en el futuro lo dejaremos estar.
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