jueves, 3 de mayo de 2018

La Manada. Un artículo de opinión.

La historia va así: un grupo de amigotes se encuentra a una chica de 18 o 19 años en Pamplona durante las fiestas de San Fermín. Quieren convencer al Tribunal de que tras escasos cinco minutos de conversación ya quiere irse con ellos a practicar sexo en grupo. Y de cómo se arrepintió y decidió denunciarlos como violadores.

No voy a entrar en el tema de si la presunta violación se produjo o no. Lo que quiero decir es que la revolucion sexual está hecha a medias. Es satisfactoria para todos los que practican sexo la mayor parte del tiempo, pero no es situaciones extremas como esta. Todos tenemos acceso a los anticonceptivos y el Estado no se mete en el tema de cuántos hijos debemos tener, con quién debemos practicar sexo, etc. Pero esta es una situación que parece salida de una película porno, como lo de que una chica quiera practicar sexo en grupo con cinco desconocidos  - que es una experiencia extrema incluso si se tiene mucha experiencia-,  o la idea explotada por uno de los jueces de que una mujer que no se debate contra cinco tíos más grandes que ella, dos de ellos lo suficientemente válidos para pasar las pruebas de capacitación de la Guardia Civil y la UME (Unidad Militar de Emergencias), disfruta de la experiencia.

 En algunas escenas de violaciones del cine porno vemos que la chica se debate, pero no de la forma relativamente eficaz para impedir o atrasar la penetración como lo haría una mujer normal, sino que coloca su vagina de forma que el hardeur siempre la tiene al alcance. Y solo se debate y protesta al principio.

Hubo una época en que no teníamos acceso a la pornografía, pero es que ahora tenemos incluso demasiado y la digerimos mal. Lo que realizaron los cinco amigos de la Manada se llama en ese mundillo gang bang. De ahí es donde sacaron, en mi hipótesis, la idea. Quieren hacernos creer que una chica normal de 19 años funciona como una profesional del sexo de esos ambientes, pero no como una corriente, del montón, sino  como una especialista en sexo extremo.

Cuando los jueces tienen que deliberar sobre estos tipos, que no distinguen la gamberrada del delito, lo hacen sobre la base de las violaciones corrientes, que son individuales, que no están ritualizadas como en el caso de lo que estos tipos presuntamente trataron de imitar, y en el que las víctimas arañan, muerden y gritan pidiendo ayuda. No es la sexualidad normal, ni siquiera la violencia sexual corriente, por lo que no saben qué hacer.

Esos tipos colocaron a una chica en una situación de violencia y la dejaron en un mundo donde las fuerzas progresistas y las conservadoras, que opinan que todo cambio es innecesario, y que en el plano sexual ya tenemos todo cuanto precisamos, chocan. Y ese punto es más áspero y cruel que el de la violencia sexual, que sin duda es necesaria para imitar algo que has visto en un filme o en un comic para adultos.

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