viernes, 20 de julio de 2018

Españoles explorando las arenas del Sahara.

"Hambre, sed, dolor insufrible, persecución, amenazas, aguas cenagosas, carnes crudas de gacela, cansancio apenas repuesto con un sueño corto e intranquilo sobre las arenas pobladas de insectos asquerosos, mseria, sifrimiento inevitable, enfermedades incómodas propias del desierto y sobre todo, una plaga de árabes exigentes". Con estas palabras recordaba el comandante Julio Cervera la primera expedición científico comercial de España en las arenas del Sahara en 1886.

Julio Cervera era físico y militar ingeniero, capaz de mantener a distancia a los esclavistas tauregs con su rifle y de negociar un acuerdo de paso con el más intransigente cabecilla tribal. Los acompañaban Felipe Rizzo, el intérprete, un arabista espcializado en los pueblos del Magreb, y el geólogo Francisco Quiroga, un naturalista que debía levantar planos topográficos, documentar la vegetación y la fauna, etc...

Partieron de las Islas Canarias, pues la verdadera aventura comenzaba en Río de Oro, en la costa de no de los desiertos más secos del planeta, siguiendo el Trópico de Cáncer y a lo largo de 425 kilómetros, en plena calima veraniega. Por lo visto los británicos estaban negociando a espaldas del Gobierno español derechos de minería. Urgía recordarles a los líderes tribales quién era su protector.

Con marchas de 20 horas diarias, temperaturas de hasta 70º C, rebeliones hasta de sus propios guias, etc, los expedicionarios llegaron hasta las salinas de Yyil, donde actualizaron los acuerdos comerciales con empresas españolas. Yyil está casi al lado de la ciudad de Tombuctú. Después se desandó el camino y se dirigieron en barco hasta España, donde los expedicionarios fueron recibidos como héroes. Hoy, sin embargo, se les ha olvidado.

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