sábado, 15 de septiembre de 2018

En tiempos de luz menguante, de Matti Geschonneck.

Con esto termino por otra larga temporada con el cine histórico en bloque. Este director - desconocido en España- es un director alemán de televisión. Nació en la República Democrática Alemana, por lo que sabe de lo que habla en esta película. Según las expresiones de los campesinos de Slava, los tiempos de luz menguante son los días de otoño, cuando a no hace calor, los campos amarillean, y los días se van haciendo más cortos.

Berlín Oriental, 1989. Wilhelm Powileit, un antiguo alto cargo del Partido Comunista alemán, cumple 90 años. Va a ser una ocasión especial con los hijos, los nietos y un bisnieto correteando por la casa, además de algunos de sus camaradas políticos. Los Powileit prepararán una gran mesa con viandas para todos los invitados. El patriarca de la familia dice que el mejor que emplata la mesa de la comida es su nieto Sascha. Lo que los padres de Sascha no quieren explicarle al viejo Powileit ni al resto de la familia es que Sascha ha huído a Alemania Federal, parece ser que con éxito.

Y lo peor de todo el asunto es que las autoridades actuales quieren condecorar a Powileit. El viejo pregunta a cada rato por su nieto, por qué el centro de mesa no está listo para tan importantes señores del Partido. Así que, para el final de la cinta, decide montar el emplatado de la mesa él mismo, ayudado por un amigo. La mesa se vendrá abajo.

Todo el ambiente tiene un aire de desastre que se avecina. No saben en qué consistirá pero presienten que esta vez se los llevará la ola de la Historia. En noviembre el Muro va a desaparecer, y durante el verano y el otoño de 1991, lo que se vendrá abajo definitivamente es todo el Bloque comunista, convirtiéndose en una miriada de países más o menos democráticos. La perestroika ha empezado en la Unión Soviética, y Polonia ha comenzado la primera de las revoluciones pacíficas llamadas el Otoño de los Pueblos. Hungría, Checoslovaquia y Polonia abandonarán el bloque comunista sin disparar un solo tiro.

Al final del desastroso convite, Poliweit se queda solo con su flamante condecoración, que pronto no significará nada, rumiando el hecho de que su tiempo, no solo el vital, sino el de su propio mundo, el levantado con su esfuerzo, y sus sueños, se vendrán abajo como la mesa de los canapés y los manjares. Excelente trabajo de Bruno Ganz.

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