Lo que no sabe López Obrador - lo presumo- es que los mexicas, o los aliados de los españoles, los guerreros de Cholula o de Tlaxcala, no eran precisamente inocentes. La religión católica puso fin a las guerras floridas, en las que se sacrificaba prisioneros o muchachos entregados como tributo a los dioses. Tampoco sabe es que la animadversión al pueblo mexica, instalado en la laguna actualmente desecada de Texcoco, por sus exigencias de tributos y su imperialismo es lo que condujo a sus rivales a la colaboración con Hernán Cortés.
Es decir, que los pueblos mesoamericanos ya conocían la brutalidad en la guerra y la practicaban antes de la intervención en sus asuntos de los españoles.
Luego, no sé por qué pide disculpas un tipo llamado López Obrador, que es un apellido castellano de un tipo con antepasados criollos, a Felipe VI y al Papa Francisco, que es otro iberoamericano. Quizá es para distraer la atención de los graves problemas que tiene México por culpa del narcotráfico, el reparto desigual de las riquezas o las reivindicaciones de los campesinos de la selva de Chiapas. De todas maneras, en el siglo XVI solo se exploraban tierras para explotarlas de un modo u otro, porque mandar barcos y hombres al Nuevo Mundo requería una gran financiación. No es bueno juzgar comportamientos del siglo XVI con criterios del siglo XXI.
Si hubieran llegado los franceses de Francisco I o los británicos de Enrique VIII posiblemente no habría existido el rico mestizaje ni las leyes de Indias. Los sacerdotes católicos que acompañaban a las expediciones evitaron muchas de las atrocidades y atemperarton el fulgor guerrero de los conquistadores españoles. Así que tome nota, López Obrador.
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