lunes, 6 de mayo de 2019

Los balleneros vascos.

Viajaban a miles de kilómetros, hasta la Península del Labrador y Terranova, para cazar cetáceos. Lo hacían a bordo de ágiles y pequeñas chalupas, jugándose la vida. Una historiadora canadiense acaba de ser premiada por sus descubrimientos sobre el poderío de los baleneros vascos en el siglo XVI, cuando eran los maestros del arpón.



1562. El arpón ha prendido sobre el lomo de una ballena franca. La estacha se pone tensa mientras la ballena, llena de ira, se sumerge, tratando de escapar.

-Arraun, mutilac- grita el patrón de la chalupa a su tripulación de cinco remeros. Ahora es cosa de que ni los remeros, ni el arponero ni él perdieran la concentración porque la ballena franca podía emerger en el lugar menos indicado y volvcar la fragil embarcación de un coletazo o una embestida.

La estacha del arpón es una especie de cordón umbilical con la ballena que les permite no alejarse mucho de su presa mientras está se agota tratando de huir, mientras los arrastra por las aguas de Terranova a velocidad de caballo. La ballena era considerada, como decían los cronistas vascos del siglo XVI Cristobal López de Zandategui y Luís Iruzar, un animal tan imponente que con su aliento mataba a los hombres.

Cuando la ballena emerge de nuevo para respirar, sufre el aguijonazo de un segundo arpón. La ballena está gravemente herida y ya no se resiste. Los remeros la debilitan con las sangraderas. El día termina con hombres trajinando y descuartizando el cetáceo mientras el mar alrededor de tiñe de rojo.

La grasa de ballena - llamada por los vascos "sain"- era un combustible muy apreciado en Europa por arder sin provocas humaderas. Los huesos servían como material de construcción. las barbas servían para confeccionar corsés y parasoles. La carne no era consumida en el país vasco por el hecho de que para ganar algo con ella era preciso trasladarla a Castilla, y era imposible sin que por el camino se prudriese. Los vascos la vendían en los puertos franceses y del norte de Europa.

Gracias a la investigación de la historiadora canadiense Selma Huxley Berkhan, que acaba de recibir el Premio de la Sociedad Geográfica Española, sabemos mucho acerca de los balleneros vascos del soglo XVI en Canadá. Frecuentaban el estrecho de Belle Isla que separa la región del Labrador de Terranova. Las ballenas francas tambien lo usaban en sus rutas migratorias.

La penetración de los pescadores vascos en Canadá fue tal que incluso dio pue a un "pidgin" para comunicarse con los indios miscmacs y los inuits, lleno de palabras en vascuence o algonquino.

Según Selma Huxley entre 1560 y 1570 se botaron 300 naves con tripulaciones de hasta 2000 hombres procedentes de los puertos de Guipuzcoa y del sur de Francia, especialmente en una región del País Vasco Francés llamada Lapurdi.

Las investigaciones de Huxley en los archivos del Consulado de Bilbao, una organización mercantil del siglo XVII, Oñate y Burgos, entre seguros, manifiestos de carga y compensaciones para los marineros muertos, llevaron a descubrir el emplazamiento donde se hundió en 1565 la nave San Juan, de 200 toneladas, que era una ballenera modesta, pues se botaron de más de 700 toneladas.

Hundirse era una de las muchas posibilidades de morir en aquellas campañas, Otra eran los enfrentamientos armados con los inuits o entre balleneros españoles, súdditos de la Casa de Habsburgo y los vasco franceses, que apoyaban a sus rivales por el control de Europa, los Valois. El clima también era un enemigo a tener en cuenta. Si no llenaban las bodegas a tiempo podían cerrarse los pasos de Groenlandia, con lo que tenían que arriesgarse a invernar en un tierra hostil.

En el siglo XVI el saín se preparaba en tierra, en unas instalaciones especiales, pero hacia 1630 se encontró una manera de elaborarlo a bordo de los buques, con lo que el riesgo de incendio a bordo fue mayor.

El troceado de la ballena se hacía con el animal amarrado al barco, en el agua. Se subían a su lomo varios hombres con unos instrumentos muy cortntes y con unos armazones con pinchos de hierro. De cuando en cuando alguien caía al agua y tenía que ser rescatado antes de que lo matase la hipotermia.

En el siglo XVII llegan a las costas de Terranova los ingleses y los holandeses, que pronto superan a sus maestros, los vascos. Cuentan con otra ventaja. Los apoyan casas de crédito y ricos inversores burgueses no los concejos de las ciudades, por lo que pronto los balleneros vascos serán barridos de esas aguas. El Tratado de Utrecht de 1713 ponía fin a la guerra de Sucesión Española pero también expulsaba a los vascos de sus caladeros de bacalao y ballenas tradicionales en Terranova.

BALLEMEROS VASCOS. IMÁGENES Y VESTIGIOS DE UNA HISTORIA SINGULAR.

Libros de Jose María Unsaín. Editado por el Museo Naval de San Sebastián.


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