Bueno, en realidad no fueron indiscreciones. Solo que este diplomático japonés, embajador de Japón en Barlín, no sabía que las comunicaciones cifradas que enviaba a Tokyo estaban siendo leídas por los aliados gracias a que el criptoanalista Rochefort había descifrado el código Púrpura.
En 1944 Oshima fue invitado por el Alto Mando alemán a visitar la impenetrable Muralla Atlántica durante un viaje de cuatro días, una red de fortificaciones y posiciones de artillería destinada a impedir una invasión de Europa Occidental por parte de los aliados. De vuelta en Berlín informó de las unidades destinadas en la región de Normandía, de las características de las piezas de artillería. Rooselvelt y Churchill se frotaban las manos.
En cierta ocasión Oshima fue invitado a la Cancillería por Hitler. Allí se le comunicó que había recibido información de sus espías en Londres de primera calidad. Los aliados estaban emplazando tropas en el sur de Inglaterra para establecer dos falsas cabezas de puente en Normandía y Bretaña pero que el ataque principal sería cuando las tropas aliadas cruzasen el estrecho de Dover y avanzaran hasta Calais. Cuando los criptoanalistas de Betchley Park interceptaron el comunicado de Oshima supieron que la mayor farsa de engaño, con aviones y tanques de atrezzo, la Operación Fortitude, había funcionado.
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