Tenía una memoria prodigiosa, una curiosidad infinita, una inteligencia portentosa y mucho genio: se peleó con casi todos sus colegas, por sus derechos y los de las mujeres. Se cumplen 100 años de la muerte de Emilia Pardo Bazán, "la emperatriz de las letras", mujer de rompe y rasga.
El salón es magnífico aunque sin cuadros de grandes firmas, según Gómez de la Serna. Literatos como Rubén Darío y aristócratas como la condesa de Pinohermofo frecuentan las tertulias del 37 de la Calle Bernardo de Madrid. Ellas visten con traje de noche y ellos de frac, y reinando como anfitriona una señora muy culta entrada en carnes, Emilia Pardo Bazán, la señora del Pazo de Meirás.
Es la reina de los corrillos intelectuales de la capital pero también la protagonista de los chascarillos y las habladurías de los intelectuales y literatos de la época, no porque haya hecho nada escandaloso, sino porque tiene talento pero es mujer. Fue amante de Benito Pérez Galdós, el maestro de la novela realista española, a quien iba a visitar al Ateneo con boa de plumas y en coche de caballos. Lo llamaba "mi miquiño" cariñosamente. No dijo nada cuando Galdós dejó embarazada a una criada pero tuvo que disculparse cuando ella tuvo una aventura con José Lázaro Galdiano.
También recibió críticas por su defensa del estilo naturalista, con novelas no necesariamente moralizadoras, pero que incidían en lo oscuro, misérrimo y desagradable, como en su novela LOS PAZOS DE ULLOA, contra la que los expertos no tenían nada que decir.
La defensa de este estilo fue motivo de que se la considerase "atea", a ella que jamás rompió con la Iglesia Católica, solo porque defendía que los seres humanos están determinados en sus decisiones y opciones vitales por la herencia, el medio y las circunstancias.
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