miércoles, 7 de julio de 2021

La vaquilla (1985), de Luís García Berlanga.


 Berlanga es uno de  los directores españoles que sí vivió la Guerra Civil y el manto de silencio y opresión que vino después. Presumiblemente vio los piquetes de fusilamiento, la génesis de las fosas comunes y los emboscados, que pretendían medrar en retaguardia a costa de la sangre de los demás, parasitando y entorpeciendo una guerra en la que no participaron.

Pero eso pertenece a películas posteriores como LA HORA DE LOS VALIENTES, de Mercero: LIBERTARIAS, de Vicente Aranda; o TIERRA Y LIBERTAD, de Ken Loach, una década después. Berlanga no quiere envenenar a los españoles con todo eso y muestra en clave de comedia el sinsentido de la guerra.

El brigada Castro está en un blocao republicano del frente de Aragón donde ya nadie piensa en disparar contra nadie. Los soldados de ambos bandos están hartos de una guerra en la que ellos no eligieron participar más allá del entusiasmo de los primeros días. En toda la película no hay ninguna secuencia de combate.

Desde el pueblo en zona nacional ( los fascistas) anuncian como guerra psicológica que van a celebrar una corrida de toros en Sos del Rey Católico ( Zaragoza). En la zona roja, Castro y cuatro hombres le piden a Piporra, un sastre homosexual, que les confeccione uniformes del bando enemigo para sabotear la corrida y llevarse a las cocinas de su regimiento la vaquilla.

Tras varias vicisitudes ni los cocineros republicanos destazarán la vaquilla ni las autoridades nacionales tendrán su corrida. La vaquilla - que resulta ser un toro-muere de hambre en tierra de nadie, lejos del alcance de ambos bandos, toreada por dos toreros, entre los cuales está El Limeño, del comando republicano, que no consigue atraer la vaquilla a sus filas.

Más que una película de guerra donde vaya a morir gente parece una historia de gamberros incitados por la rivalidad entre sus dos pueblos, una de esas historietas del servicio militar obligatorio que nos contaban nuestros abuelos. El humorista Gila estuvo a punto se der fusilado en esa guerra y tampoco incidía en la guerra como algo en lo que pudiera morir gente. Tener el "honor" de ser el cómico favorito del distador Franco tras eso hizo que contase chistes sobre el absurdo de la guerra pero no entrase en su lado trágico.

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