miércoles, 31 de mayo de 2023

Fernando Cohnen entrevista a María Concepción Porras Gil. Espionaje industrial en la Europa del siglo XVII.


 ESPEJOS PARA UNA CORTE es la historia de una operación de espionaje industrial para sacar a Venecia de su posición de monopolio en la confección y distribución de espejos. La novela es una historia coral en la que la diplomacia, las constantes guerras para asentar la hegemonía de Francia se verán rodeadas por una trama de intrigas y asesinatos en torno a la corte de Luís XIV.

La autora es la doctora de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, María Concepción Porras Gil. Y esta es una adaptación - que no plagio- de los datos sobre esta trama de espías y cómo era la Corte de Versalles a partir de 1682.

F.C: Aunque los espejos eran un artículo de lujo para ornamentar las habitaciones comunes de las cortes europeas los monarcas europeos los adquirían. ¿Quién tenía el monopolio de su fabricación?

Los únicos que podían satisfacer esta necesidad de boato eran los vidrieros de Murano, en Venecia. En el siglo XV, Angelo Barovier, uno de estos maestros gremiales, había conseguido fabricar vidrio con unas cualidades muy aproximadas al cristal de roca, de ahí que se llamasen "cristales de Murano". Barovier añadió a la pasta de vidrio una serie de sustancias para estabilizarla. Sucesivos experimentos con fórmulas diferentes permitirán crear cristal azogado, que es el que permite la reflexión de la luz.

F.C.:¿Qué hizo Venecia para proteger su monopolio del cristal de azogue?

Mimar a sus síndicos de Murano proporcionándoles un salario superior al de otros profesionales de la época como los pañeros o los pintores. Se les permitía casarse con mujeres de alto linaje. Pero nunca, jamás, podían abandonar Venecia.

F.C:¿Cuando se le ocurre a la Corona francesa reventar el monopolio del vidrio?¿Quién tuvo la idea?

Colbert, pero con el permiso del rey Luís XIV. Bonzi, embajador de Francia en la Serenísima, empleó a sus espías en conseguir los secretos y sacar clandestinamente de Venecia a maestros vidrieros. No se sabe el momento en que se hicieron los primeros preparativos. Podemos fijar los inicios en 1664, pero la aventura se inicia en 1665, y prosigue más allá de 1667.

F:C:¿Cuál es la reacción de los venecianos?

Se cabrearon mucho. El monopolio del cristal azogado les permitía ingresar dinero. Los venecianos echaron mano de sus envenenadores para castigar a los desertores y a los responsables que estuviesen a su alcance.

F.C: En 1682 Luis XIV ordena a sus cortesanos instalarse en Versalles. ¿Cómo les impactó el palacio a estas personas?

Era un lugar incómodo donde se hacinaban en condiciones de baja salubridad los señores y sus criados. Hoy lo vemos limpito y deslumbrante, pero en la segunda mitad del siglo XVII había ratas en las cocinas, cucarachas en las habitaciones... Los cortesanos orinaban contra las paredes en los pasillos porque a ninguno de los arquitectos se les ocurrió que las personas necesitaban algo tan fundamental como unas letrinas higiénicas.

Luís XIV, atormentado por su infancia difícil por culpa de las revueltas nobiliarias de La Fronda, decidió que eso ya no podía volver a pasar en el país. Por lo que instaló a toda la Corte    en Versalles y les obligó a gastar dinero y  más dinero para ganar el favor real, que podía ser revocado para aquellos nobles casi siempre al borde de la bancarrota en cualquier momento, o por cualquier motivo. Lo aristócratas estaban tan embebidos por las fiestas y las distracciones que ya no tenían tiempo ni alicientes para conspirar.

F.C: ¿Podría decirse que los cortesanos del rey Sol marcaron las modas de vestir y el lujo de aquella época?

-No solo se trata de la ropa. En esta época aparecen las corbatas, las pelucas y las chupas entalladas. También aparece la figura del maestro de ceremonias como François Vatel, inventor de la crema Chantilli, o Pierre de la Verenne, autor de LE COISINER FRANÇOIS (1651), que ya incluía clásicos de la alta cocina como la salsa Bechamel.

También parece el champagne, un vino elaborado por monjes con una nueva técnica que se pone de moda, porque cada botella es carísima, y si quieres que te recomienden para un cargo o conseguir el favor real, tienes que beberlo con frecuencia, porque tienes que demostrar cierto grado de extravagancia.

También pone de moda en París el embajador de Turquía beber café. Pero a los parisinos no les gusta su sabor sino todo el ceremonial que le rodea el hecho de servirlo, lo que determinó su introducción en las cortes europeas.

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