En 1764, en un barranco concreto de Tenerife pero del que los canarios no dan el emplazamiento, el sacerdote tinerfeño José Viera y Clavijo detallaba el hallazgo de varios cientos de momias guanches en sus NOTICIAS DE LA HISTORIA GENERAL DE LAS ISLAS CANARIAS. "Se acaba de descubrir un panteón excelente (...). Está en un cerro escarpado del barranco de Herques, entre Arico y Güimar, en el país de Abona, y tan lleno de momias, que no se contaron menos de mil".
Los arqueólogos del siglo XX aclararon que lo de las mil momias probablemente era una exageración. En el siglo XVIII ya se habían hallado algunas pero las del barranco de Herques se creyó que pertenecieron a los menceyes, los reyes guanches. Pero el expolio por parte de las élites de esa época hicieron que los lugareños tuviesen una amnesia selectiva a la hora de recordar donde se encontraba la boca de esa gruta.
Cuando llegaron los conquistadores castellanos a principios del siglo XV les llamaron la atención los ritos de enterramiento de los guanches. Este pueblo usaba instrumentos de piedra y madera y se cubrían el cuerpo con pieles, pero tenían una técnica de momificación sin eviscerar - quitar órganos del cuerpo- que superaba por mucho a la de los egipcios.
Ya se habían producido enfrentamientos armados entre los europeos y los nativos guanches en el siglo XIV, pero es en 1496 cuando el adelantado Alonso Fernandez de Lugo toma la última isla del archipiélago canario, Tenerife, y captura al menceye Tinerfe.
En cuanto a las momias en 1833 ya no quedaba ninguna porque todas estaban en gabinetes privados de curiosidades o el aire europeo más frío las había deteriorado, por lo que el contexto arqueológico se había perdido.
El mirlado trataba el cuerpo del difunto con hierbas desecantes, entre ellas la savia del árbol autóctono drago, y manteca de ganado, y se dejaba curar al sol al humo de una hoguera. Las momias canarias recibían el nombre de xaxos y estaban listas al cabo de 70 días, en comparación de los costosos 70 días de preparación y evisceración de una momia egipcia. Se introducían por la boca, por el recto y a través de pequeñas incisiones en la parrilla intercostal una mezcla de tierra y polvo volcánico como lapilli.
Transcurridos los quince días de desecado, los familiares envolvían el cuerpo con pieles de ganado. Una vez terminado el proceso se llevaba a una grupo que tenía las condiciones ambientales adecuadas para la conservación de los cuerpos. Los cadáveres de las mujeres eran preparados para el Más Allá por otras mujeres.

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