lunes, 20 de octubre de 2025

Presencia del Príncipe Negro en España (1367).

 


Crónica del Príncipe Negro en Castilla y de las batallas de Nájera y Montiel

Anno Domini MCCCLXVII – MCCCLXIX

En los días del rey don Pedro de Castilla, que unos llamaron el Cruel e otros el Justiciero, aconteció grande contienda entre él e su hermano don Enrique de Trastámara, nacido de la reina doña Leonor de Guzmán. Por este pleito de sangre se derramó mucha más, e el reino fue puesto en confusión e fuego.

Sabiendo don Pedro que su hermano con ayuda de franceses e de gentes d’Aragón le quería despojar del trono, envió mensajeros al noble Príncipe Eduardo d’Inglaterra, hijo mayor del rey don Eduardo Tercero, al cual los hombres llamaban el Príncipe Negro, por la color de su arnés e el terror que sembraba en la guerra. Prometióle don Pedro gran tesoro e señoríos, si le ayudaba a tornar a su corona.

Movido el Príncipe de deseo de honra e ganancia, juntó su hueste de gascones, ingleses e navarros, e pasó los montes Pireneos. Era su mesnada ordenada e bien adestrada, e traía consigo muchos arqueros de arco largo, que sabían derribar caballo e hombre con sola una saeta. Con él venía el rey don Pedro, mostrando gran brío, mas el ánimo era turbado de sospechas, pues pocos le guardaban lealtad.

Así llegaron cerca de la villa de Nájera, do estaba don Enrique con su hueste e con él el esforzado caballero francés Bertrand du Guesclin, que mucho mal tenía a los ingleses por las guerras de Francia. En la madrugada del día señalado, sonaron trompetas e atambores, e el valle se cubrió de polvo como si ardiese la tierra.

El Príncipe Negro ordenó sus gentes con arte de guerra, poniendo los arqueros en los flancos e la caballería en medio. E cuando comenzaron los franceses e castellanos trastamaristas a acometer, cayeron sobre ellos las saetas como lluvia del cielo. Muchos cayeron muertos o ciegos, e la batalla tornóse desbarato. Don Enrique huyó, e don Pedro recobró su trono, besando la mano del Príncipe e llamándole su salvador.

Mas el gozo fue breve, porque el rey no pudo pagar la soldada prometida, e el Príncipe, muy enojado, tornó a Burdeos con el cuerpo enfermo e el corazón agraviado, diciendo que los castellanos eran mudables e desleales.

Pasaron dos años, e don Enrique, fortalecido con nuevos franceses e con el mismo du Guesclin, tornó a Castilla. Don Pedro, falto de amigos e de dineros, encerróse en Montiel, cercado por todas partes. Buscando amparo, fue de noche a la tienda de du Guesclin, creyendo hallar en él cortesía. Pero el francés, astuto, entrególe a su hermano, diciendo palabras que quedaron para siempre en memoria:
“Ni quito ni pongo rey, mas ayudo a mi señor.”

Allí, en aquella tienda oscura, los dos hermanos se trabaron en riña mortal. Dicen los que lo vieron que se abrazaron como lobos, e don Enrique, más fuerte, le hirió con su daga e lo mató. Así murió el rey don Pedro, finando con él la estirpe de Borgoña e comenzando el linaje de los Trastámara.

El Príncipe Negro, cuando supo la nueva en Burdeos, guardó silencio largo rato e dijo:
—“Grande es la traición de los reyes, e vano el socorro de los hombres.”

E así se cerró aquel capítulo de hierro e sangre, que los cronistas dejaron escrito para memoria de cómo los ingleses guerrearon en Castilla, e cómo las fortunas de los príncipes son tan mudables como el viento que sopla sobre los campos de Nájera y Montiel.



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