[Interior. Campamento de Karisoke, al pie de las montañas de Virunga. Una tarde fría y húmeda. La neblina cubre las laderas. Louis Leakey, ya mayor, se sienta bajo el toldo de lona, observando a Dian Fossey, que limpia sus botas embarradas.]
LEAKEY:
He leído tu informe, Dian. Y he escuchado lo que ocurrió con ese hombre… el furtivo.
FOSSEY (sin mirarlo):
No tenía derecho a poner lazos. Uno de mis machos perdió una mano la semana pasada. ¿Cuántas veces debo repetirlo?
LEAKEY:
No hablo de los lazos. Hablo de las ortigas con las que lo azotaste. Y de la niña de esa furtiva que secuestraste. Ya te va demasiado mal con las autoridades como para que te retiren el visado y desmantelen Karisoke.
FOSSEY (alzando la voz):
¡La niña estaba a salvo! Solo quería que entendieran. Que comprendieran que aquí no pueden seguir entrando. Este es territorio de los gorilas.
LEAKEY (suspira, la observa con tristeza):
¿Y crees que el miedo los mantendrá lejos?
FOSSEY:
El miedo… o el respeto. Es lo único que funciona. Si los humanos se alejan, los gorilas vivirán. No hay otra manera.
LEAKEY:
Te equivocas, Dian. La gente no protege lo que no puede ver, lo que no puede amar.
Si los mantienes fuera, si los conviertes en enemigos, ¿quién defenderá a tus gorilas cuando tú no estés?
[Silencio. Fossey aparta la mirada. La niebla parece cerrarse sobre ellos.]
FOSSEY (en voz baja):
Yo estaré aquí. Mientras sea necesario.
LEAKEY (murmura):
Y si un día no lo estás…
[La cámara se aleja lentamente. La escena se funde a negro.]
NARRADOR (voz en off):
Años después, en 1985, el cuerpo de Dian Fossey fue hallado en su cabaña de Karisoke. Había sido atacada con un panga, un cuchillo usado para desbrozar la maleza.
Nunca se identificó al asesino. Algunos culparon a los furtivos, otros a los lugareños cansados de su lucha feroz.
Pero en las montañas de Virunga, los gorilas aún recuerdan su voz.
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