Alaska revelada: cuando el cuerpo también cuenta una historia
La serie Alaska Revelada, estrenada en Movistar Plus+, es mucho más que un repaso a la carrera de una cantante mítica. Es, literalmente, Alaska contándose a sí misma. Tres capítulos —salud, dinero y amor— que sirven de excusa para repasar una vida llena de reinvenciones, desafíos y, sobre todo, mucha autenticidad.
Pero el más llamativo, el que más ha dado que hablar, es el primero: el dedicado a la salud. Y no, no va de dietas ni de médicos, sino de cómo el cuerpo también puede ser una forma de contar quién eres.
El cuerpo como escenario y como escudo
Desde el primer minuto, el episodio deja claro que Alaska no tiene miedo a mostrarse. De hecho, arranca con una intervención estética real, una de las muchas a las que se ha sometido a lo largo de su vida. No lo hace para provocar ni por morbo: lo hace porque, como ella misma dice, “esto también soy yo”.
A lo largo del capítulo, habla sin tapujos sobre sus operaciones: nariz, pecho, pómulos, párpados… y cómo cada una forma parte de una historia de autoconstrucción consciente. No se ve como una víctima de los estándares de belleza, sino como alguien que elige cómo quiere verse. Para Alaska, pasar por quirófano ha sido una manera de controlar su imagen y de mantener su identidad artística bajo sus propias reglas.
Lo interesante es que el documental no se queda en la superficie. También muestra la otra cara: el paso del tiempo, la exigencia del público, la presión de seguir siendo “la Alaska de siempre”. Y es ahí donde se entiende su mensaje: cuidar el cuerpo no es solo estética, también es mantener la cabeza en su sitio en una industria que puede devorarte si no sabes quién eres.
De los punks a los sintetizadores
Entre confesión y confesión, la serie recuerda todo lo que Alaska ha hecho a lo largo de casi cinco décadas de carrera. Empezó siendo una chica punk en Kaka de Luxe, cuando Madrid todavía estaba despertando de la dictadura. Luego llegaron Alaska y los Pegamoides, con esa mezcla de new wave y rebeldía que marcó el inicio de la Movida Madrileña.
Más tarde, con Alaska y Dinarama, dio el salto al pop bailable y conquistó medio país con himnos como ¿A quién le importa? o Ni tú ni nadie. Y cuando parecía que ya no podía reinventarse más, apareció Fangoria, su proyecto junto a Nacho Canut, que la llevó directo a las pistas de baile y a la música electrónica.
Cada grupo fue una versión diferente de ella, una nueva piel, igual que las cirugías: todo parte de la misma idea de transformación. Nada de quedarse quieta.
La tele, la Movida y una bola de cristal
Durante los años 80, Alaska no solo cantaba: también enseñaba a toda una generación a pensar diferente desde la televisión. Fue la presentadora de La Bola de Cristal, el mítico programa dirigido por Lolo Rico, que mezclaba música, humor, política y cultura pop sin tratar al público joven como tonto.
Su forma de presentar, su estética y su discurso la convirtieron en un icono de libertad y creatividad. Gracias a ese programa, Alaska pasó de ser “la cantante rara” de la Movida a convertirse en una figura cultural transversal, querida por niños y adultos.
Mario, el amor y el show sin fin
Otro de los temas inevitables del documental es su relación con Mario Vaquerizo, su marido, compañero artístico y cómplice mediático. Llevan juntos más de veinte años y su relación se ha convertido casi en un espectáculo en sí misma, pero siempre desde el cariño y el sentido del humor. En la serie, ambos se muestran sin demasiada pose, hablando de lo cotidiano, de lo que cuesta compartir fama y de cómo han aprendido a vivir bajo los focos.
La cirugía como arte y resistencia
En resumen, Alaska Revelada muestra que las operaciones estéticas, en su caso, son algo más que vanidad: son una forma de expresión personal. Igual que cambia de look o de sonido, cambia de cara o de cuerpo sin miedo. Para ella, la cirugía es casi un acto artístico, una forma de reinventarse frente al paso del tiempo y de decir: “Yo decido cómo quiero verme”.
Y eso encaja perfectamente con la Alaska que conocemos: la que empezó en el punk, la que bailó con Dinarama, la que se digitalizó con Fangoria y la que sigue, a estas alturas, siendo completamente ella misma, pero diferente cada vez.
Una artista que nunca se quedó quieta
Lo que deja claro el documental —y sobre todo ese primer episodio sobre la salud— es que Alaska no ha construido su carrera solo con canciones, sino también con ideas. Su mensaje, en el fondo, es muy simple: ser uno mismo es una tarea de por vida, y a veces pasa por cambiar por fuera para seguir siendo el mismo por dentro.

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