LA TRAGEDIA DEL HINDEMBURG, DE CUYO PRIMER VUELO SE CUMPLEN 80 AÑOS, FRENÓ EN SECO EL DESARROLLO DE LOS DIRGIBLES. AHORA REGRESAN DE LA MANO DE LA INDUSTRIA MILITAR Y EL TURISMO.
MÁS BARATOS QUE EL AVIÓN Y MÁS VELOCES QUE LOS BARCOS, LOS DIRIGIBLES PUGNAN POR SER LA GRAN ALTERNATIVA DEL TRANSPORTE TRANSOCEÁNICO. SOBREVOLAR MÚNICH EN UNO DE ELLOS CUESTA 300 EUROS.
Locutor de radio transmitiendo en directo el incendio del Hindemburg en 1937.
El 14 de marzo de 1936 surcó por primera vez el cielo el Hindemburg. Era la nave de pasajeros más ostentosa y lujosa del mundo. Un año más tarde ardía por los cuatro costados al intentar tomar tiera en el aeródromo de Lakehurst, Estados Unidos, en 1937.
El billete para cruzar el Atlántico costaba 400 dólares de la época, el equivalente a 5000 euros actuales. El viaje duraba en torno a los dos días y medio, pero era un placer porque el Hindemburg o nave LZ 129, estaba equipado con camarotes, salas de estar y salón de lectura. Su estabilidad en el aire era tal que los ingenieros de la Alemania nazi disfrutaban diciendo que se podía colocar una pluma estilográfica en una mesa en el momento de despegue para comprobar que nada se había movido un palmo tras el amerizaje.
Medía 249 metros de longitud, lo que equivale a la eslora de tres aviones Boeing 747 puestos en fila. Acogía a 72 pasajeros de las clases altas y a na tripulación de 61 miembros.
Los ingenieros nazis querían rellenar la vela del dirigible con helio, mas seguro que el hidrógeno, pero el Gobierno de los Estados Unidos desconfiaba del uso del mismo que pudieran hacer los ingenieros nazis, así que vetaron su exportación a Alemania. Los ingenieros de Ferdinand von Zeppelin estaban tan seguros con el hidrógeno que incluso tenían una sala de fumadores en la barquilla. La habitación, como medida de precaución, tenía puertas dobles y estaba equiada con un sistema de presurización que frenaba la entrada de gases.
Las pasarelas de acceso estaban recubiertas de goma para avitar que saltasen chispas. Los tripulantes con acceso a las zonas más sensibles usaban botas de fieltro, y un mono de amianto, desprovisto de botones u otros elementos metálicos para evitar accidentes.
En el accidente de Lakehurst, Nueva Jersey, murieron 36 de las 97 personas que viajaban a bordo del drigible. Hitler ordenó la cancelación de todos los viajes transatlánticos de dirigibles mientras no se pudiera producir helio - que no se pudo -, pero dos dirigibles de hidrógeno siguieron haciendo vuelos por el interior del Reich.
80 años después se han vuelto a poner a disposición de los turistas dirigibles de helio. Tienen 75 metros de eslora. Los 12 viajeros de la góndola pueden sobrevolar Múnich o el lago Constanza en vuelos de una hora de duración por 300 euros. También ofrecen la posibilidad de celebrar bodas aéreas o alquilarlo para trasladarse a París.
El Pentágono ha fletado unos 30 dirigibles de 70 metros de eslora equipados con radares para detectar la entrada de aeronaves no invitadas al espacio aéreo de los Estados Unidos.
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