viernes, 21 de abril de 2017

Darwin y Fitzroy. Un drama en mayor gloria del conocimiento científico.

Cuando Darwin pisó la cubierta del HMS Beagle, el barco ya había participado en una expedición anterior al cono sur del continente americano. La mayoria de las fragatas de la clase Cherokee, eran conocidas por los marineros, con cierta aprensión, como los "ataúdes flotantes" por su tendencia a irse a pique. Y los mares que frecuentaba el HMS Beagle no invitaban a hacerse demasiadas ilusiones acerca de una travesía tranquila. Tenía previsto doblar el cabo de Hornos y frecuentar lugares llamados Tormenta, Desolación o Hambre.
El capitán Fitzroy era un gran marinero y científico, especialista en metereología. Pero tendía a las depresiones y había solicitado al Almirantazgo la presencia de un naturalista, un civil a bordo, libre de estar en ningún escalafón, con el que franquearse de cuando en cuando.
Darwin era ese hombre. Había aplazado sus estudios de clérigo para soltar una cana al aire como naturalista. Pero se mareaba a bordo. Fitzroy cuidaba que estuviera atendido en esos negros momentos y le dio los medios físicos y materiales para que hiciese sus observaciones, poniendo hombres a su disposición para recoger especímenes.
A la vuelta del viaje de cinco años por Sudamérica, Australia y la Isla Cocos, Darwin ya había desarrollado un esbozo de su teoría de la evolución, mientras que Fitzroy era aclamado por otros capitanes del Almirantazgo. Robert Fitzroy publicó dos tomos con cuestiones geográficas y metereológicas, y el tercer tomo quedó a manos de Darwin. Este describió la flora y los animales que se habían encontrado. Como se habia casado con su prima, hija del magnate de la cerámica Josiah Wendgood y no tenía necesidad alguna de complicarse la vida publicando cosas polémicas acerca de una creación sin la intervención de Dios, dejó la dea de publicar EL ORIGEN DE LAS ESPECIES para más adelante.
La carrera de Fitzroy fue en picado. Fracasó en su cometido como gobernador de Nueva Zelanda y fue ridiculizado en la prensa al crear un Servicio Metereológico Nacional en Inglaterra - que sigue en activo en 2017. La muerte de su primera esposa y una de sus hijas le termInaron de sumir en una depresión.
Mientras tanto, Darwin estaba siendo presionado por otros naturalistas para que publicase EL ORIGEN DE LAS ESPECIES. Otros observadores de la naturaleza estaban llegando a las mismas conclusiones de él. La fruta estaba madura. Había que cogerla pronto. Así que publicó en 1859 sus ideas, con el previsible revuelo.
Fitzroy se había casado por segunda vez y se había aferrado al concepto de Dios, del Dios de los victorianos. Pero ahora Darwin, el hombre al que había cuidado para que no se cayese por la borda del Beagle en uno de sus mareos, al que había proporcionado marineros para recoger especímenes, el hombre del que ya no sabía si era amigo o no, le estaba robando todo eso.
Una mañana de 1865, cuando parecía que estaba recuperado de su última depresión, se levantó temprano, desayunó con su hija Laura y su segunda esposa, se fue a su habitación y se degolló con la cuchilla de afeitar. Hoy nadie recuerda sus contrIbuciones a la ciencia.
A Darwin le recordamos como la persona beligerante - casi por obligación, porque el combate de las ideas evolucionistas corrió de manos de Huxley y otros biólogos-, recluida en su casa a causa de unos achaques contraídos durante la travesía del HMS Beagle.
El HMS Beagle quedó apartado en un muelle de dique seco durante 25 años hasta que fue vendido en 1870 a un aserradero por 525 libras.

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