Aquí sucedió todo. En una cripta de 36 metros cuadrados se buscaron durante 36 días los restos de Cervantes. Tras toparse con más de 300 enterramientos llegó la sorpresa. Así fue la búsqueda del Príncipe de los Ingenios.
Etxeberría es un afamado antropógo forense especializado en identificación de restos de cadáveres ajusticiados en las fosas de la Guerra Civil española. También fue el forense que obtuvo las pruebas científicas que mandaron a la cárcel a José Bretón, un hombre que saldó una disputa con su mujer con el asesinato y la posterios cremación de sus dos hijos de corta edad.
Pero lo citamos aquí por una investigación arqueológica. encontrar y, si es posible, tratar de identificar los restos de Migel de Cervantes y de su esposa, Catalina de Salazar. Reunió a un equipo de técnicos, restauradores, forenses.
Las monjas le entregan las llaves de la cripta del Convento de las Trinitarias con dos condiciones: dos religiosas estarán presentes durante las excavaciones y ninguno de los huesos saldrán de la cripta para ir a parar a la mesa de un laboratorio de osteología.
Tras despejar la cripta de toda la basura acumulada del periodo que las monjas trinitarias la alquilaron a una editorial, empiezan los trabajos. El primer día ya hay una sorpresa: aparece un férretro en un nicho con las iniciales M. C. Pero los clavos del féretro son del siglo XIX, fabricados en serie en una fábrica. Y el esqueleto es de un niño. No es, desde luego, Cervantes.
Martín Perellón es el historiador de la excavación. No está planeado que se tire al suelo, no siquiera que pise la cripta. Tiene que buscar los datos en los archivos. Pronto encuentra unos legajos que serán cruciales en esta búsqueda.
"La comundad de las Trinitarias de San Ildelfonso fue fundada en octubre e 1612, y cuatro años después, Cervantes fue enterrado en su Iglesia. En 1630, sin embargo, al producirse un cambio de patronos, los nobles que pasan entonces a sustentar el convento exigen la retirada de todos los difuntos del cuerpo de la Iglesia. Entonces, Cervantes, su esposa - Catalina de Salazar- y todos los enterrados allí desde 1612, 17 personas en total - 11 adultos y 6 menores de 12 años-, son trasladados en 1630 dentro de los muros monásticos".
Estos huesos pasan allí un siglo, hasta 1730, cuando los cuerpos de este grupo son trasladados a la nueva cripta.
El grupo de arqueólogos taladra y observa los restos de los nichos, pero se llevan una decepción. Casi todos son cadáveres infantiles de la segunda mitad del siglo XVIII y de la primera del siglo XIX. Seis son adultos de la misma época, cuatro de ellos mujeres. Otros dos pertenecen a capellanes. Hay dos nuchos vacíos, dice la arqueóloga lugarteniente de Etxeberría. Solo en dos de los nichos hay amontonados los restos de hasta diez niños. Lo sabemos porque encontramos trozos de vidrio, textiles, una peonza de madera o una pelota de cuero.
Etxeberría decide excavar el suelo de la cripta, pero para no dañar la cripta para nada, llama a un técnico de georradar, Luis Avial."El georradar mostró que el suelo era un auténtico cementerio", dice Avial, que ya ha colaborado con la Policía en la búsqueda infructuosa de Marta del Castillo o los restos de las víctimas de José Bretón, también en colaboración con Etxeberria.
Las excavaciones documentan los restos de 172 individuos, de la primera mitad del siglo XIX y la segunda del XVIII. No encuentran a Cervantes. Uno de los cadáveres presenta una patología de herida en la mano similar a la e Cervantes. La mala noticia es que dicha patología es en la mano derecha, y que le hubiera impedido escribir.
La noche 39, cuando las monjas ya han decidido que la paciencia con los seglares se les acaba, deciden excavar un poco más en la esquina sureste de la cripta, antes de recogerlo todo e irse. Encuentran unos cadáveres del siglo XVII a un metro y 35 centímetros de profundidad. Los esqueletos están en mal estado de conservación. Aunque es imposible contabilizar el número de individuos, se estima que hay enterrados 10 adultos. Unos de los cráneos presenta pruebas de pérdida de dientes en vida. Muchos dientes. Cervantes en el momento de su muerte tendría solo seis dientes en buen estado.
Aparecen también restos de indumentaria litúrgica del siglo XVII. Un historiador los data en 1621 y los identifica como pertenecientes al capellán Francisco de Santiago, de la primitiva iglesia conventual. También aparece una moneda de 16 maravedíes de 1660.
Cervantes no aparece, claro, pero se sabe que ese es su grupo. Y con eso se da por terminada la excavación y se llama a los restauradores para que devuelvan a la cripta a un estado parecido al original.
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