martes, 21 de noviembre de 2017

Historia de las armas químicas.

Nada provoca tanto pánico como la posibilidad de sufrir un ataque bacteriológico, capaz de matar en segundos. Su uso no es nuevo. Ya los griegos y los fenicios utilizaron los vapores sulfúricos en la guerra. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Un grupo de zapadores romanos están tratando de socavar las murallas de la fortaleza persa de Dura Europos. De repente el túnel se llena de humo. Los legionarios empiezan a toser y a taparse los ojos. No pueden ver nada. Ni lo harán más. Porque el ejército persa los está envenenando con una sustancia combustible que pondrá fin a su vida.

Si preguntáramos a un oficial parto por los ingredientes de esta arma aterradora te dirá que se trata de una mezcla de betún y cristales de azufre.  Esto sucedió a orillas del Eúfrates, durante el siglo III  a C.

Hace miles de años, los cazadores prehistóricos emponzoñaban sus flechas con sustancias de origen animal o vegetal como el temible curare de los indios de la Amazonia. Pero en la Historia el primer indico de armas químicas usadas en una acción militar se remontan al hallazgo e los cadáveres de varios soldados romanos muertos en un túnel bajo la fortaleza de Dura Europos,  en unas excavaciones lideradas por Simon James.

Hay crónicas históricas que ya nos hablan de dispositivos para lanzar gases tóxicos y sulfurosos contra las formaciones de soldados enemigas por parte de griegos y fenicios. Pero da la casalidad que estos pueblos todavía no sabían manejas perfectamente estas armas, sino que se ponían en manos de la dirección del viento, por lo que no las desarrollaron más.

También se envenenaban los pozos con vitriolo y se lanzaban cuerpos de personas y animales muertos en proceso de putrefacción con catapultas al otro lado de las murallas. Aníbal, un general cartaginés contemporáneo de los soldados de Dura Europos, utilizó cántaros llenos de serpientes venenosas contra las naves romanas en 189 a de C. Fue su última actuación como militar.

Los bizantinos descubrieron que las sustancias químicas que usaban para calafatear las naves podían usarse en combinaciones letales. Usaron el fuego griego, cuya composición era tan secreta que no ha llegado hasta nuestros días, para incendiar naves, sin que los marineros de la otra flota pudiesen valerse del agua para apagar los incendios en cubierta durante el siglo VI después de Cristo. Se lanzaban las sustancias inflamables mediante botellas de terracota, lanzadas contras las cubiertas contrarias con la ayuda de hondas. Había nacido el cóctel molotov, solo que no lo llamarían así.

Los alquimistas árabes inventaron unos cohetes cargados de trementina, arsénico, ácido nítrico, alcanfor y otras substacias para utilizarlas contra los caballeros cristianos durante las Cruzadas. Hay quien perdió la vista a causa de una letales jeringuillas que disparaban ácido.

Durante el siglo XIX los sucesivos accidentes con tintes tóxicos- como el escarlata- en las fábricas textiles llamaron la atención de los asesores militares de los ejércitos europeos. El fosgeno, descubierto en 1812, olía a heno recién cortado, pero era mortal, como el cloro. La iperita fue un descubrimiento casual en la década de 1860. Era un vesicante (causaba ampollas). Estos ingredientes causaron más de 3.000 muertos durante la Primera Guerra Mundial. Si no se siguió investigando armas de este tipo era porque, como los fenicios, los ingenieros militares tenían que depender del viento propicio, y no se podían aprovechar las ventajas tácticas, porque tanto los soldados alemanes como los franceses estaban mal equipados.

En 1925 se firmó la Convención de Ginebra. En ella varios países renunciaban a ciertas armas industriales de alto poder destructivo. Pero países como los Estados Unidos o Alemania consideraron que no firmar acuerdos como este les otorgaba una ventaja. Los estadounidenses desarrollaron el napalm, un vesicante. El Agente Naranja era una sustancia que incineraba la vegetación de las selvas de Vietnam para que los guerrilleros comunistas no pudieran esconderse. Hasta aquí, bien. El problema es que los ingenieros y soldados que se expusieron al agente Naranja engendraron niños deformes.

"Nada es lo mismo; nada permanece, menos la Historia y la morcilla de mi tierra: se hacen las dos con sangre, se repiten"

Ángel González.

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