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Los personajes están jugando todo el rato. Las mujeres ( Sophia y la criada María) con los límites de lo establecido para ellas en cuestiones sexuales, y los hombres (el pescadero Wilhelm y el pintor Van der Loos) con el mercado de los tulipanes. Todos ven en los bulbos la posibilidad de resolver situaciones de las que no pueden salir ellos solos. Sorprende al final la generosidad del señor Cornelius ante una mujer esteril, que no puede darle un hijo, y que además le pone los cuernos.
Quizá sea porque el matrimonio de conveniencia con la huérfana Sophia es una solución traída de los pelos a algo que tampoco puede conseguir por sí mismo, ser recordado, tener un heredero, un destinatario de todo lo bueno que él puede ofrecer a un niño. Supongo que comprende, porque ha estado casado en una ocasión anterior, que un parto en pleno siglo XVII pone en riesgo a las madres y a los bebés y tampoco sabe qué derecho tiene a pedir ciertas cosas.
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