Todos tenemos en mente a Suiza como un país apacible, alejado de los barullos y de las fanfarrias bélicas. Lo que muy poca gente sabrá es que fue el último país europeo en aceptar por sufragio masculino el voto de las mujeres. Se decidió en 1971.
Nora es un ama de casa que no tiene inquietudes políticas. No quiere saber nada de poner su voto en una urna porque está convencida de que esto no lo beneficiará en lo más mínimo. También cree saber que no votar no la perjudica lo más mínimo.
Cambiará de idea cuando quiera empezar a trabajar a media jornada y el marido, no solo no se lo permita, sino que la acuse de "deslealtad y desapego de la familia". Suiza en 1970 era un país ultraconservador donde una chica adolescente podía ir a la cárcel o a unos terribles correccionales por tener un escarceo amoroso con alguien que no aprobase su padre. Irlanda también tenía leyes parecidas, pero ese no es el caso que nos ocupa. Las mujeres no podían trabajar sin la autorización del marido.
¿Los varones suizos disfrutaban cortando las alas de sus mujeres? No. La película muestra que Suiza era un país muy tradicionalista, aislado por las cordilleras de los Alpes, donde cambiar las normas sociales llenaban a unos y otras de inseguridad. Actuar como los machos de turno contra mujeres a las que querían dentro de estas tradiciones anacrónicas llenaba de temor a unos hombres que no sabían si sugerir un papel alternativo y más benevolente en sus matrimonios no les sometería a una mayor presión social. Lo que muchos hombres sabían era que no querían ser los malos de la película, que no encajaban en el papel del "dictatomacho" que sabe cuáles son todas las respuestas y tiene una reacción adecuada a todos los problemas que le pueda plantear una mujer.
Además eran muchas las mujeres que creían que lo poco que ese clima de tensión les concedía era demasiado, que no votaban porque Dios no lo deseaba. Y cuando decimos Dios decimos la tradición y presión social.
Nota: En 1959 los hombres suizos tuvieron que votar si las mujeres ocupaban cargos públicos y tenían derecho al sufragio. El 66,5 por ciento decidieron que no, por lo que años más tarde Suiza no pudo ratificar la adhesión al Convenio Europeo para los Derechos Humanos y las Libertades Civiles. En 1971 los hombres votaron positivamente al sufragio femenino con un 66,7 de los votos.
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