Estados Unidos jamás se disculpa. Pueden volar por los aires un avión de pasajeros por error, un policía puede disparar contra un vecino de las barriadas poblres del extrarradio o votar por un presidente como el actual, que es perfectamente capaz de ordenar a los marines dosparar contra una oleada de inmigrantes desarmada, y nadie pedirá disculpas ni se atraverá a decir públicamente: "Esto estuvo mal".
Claude Eatherly se alistó en las Fuerzas Aéreas durante la Segunda Guerra Mundial, con tal mala suerte que le tocó guiar con su avión el Enola Gay, un B-29 modificado para llevar una bomba atómica a una población industrial llamada Hiroshima.. Eatherly solo era el oficial metereólogo del Straigh Flush y debía indicar dónde era más conveniente hacer la maniobra de descenso para dejar caer la bomba atómica.
El objetivo elegido era el Puente Aioi, pero la espoleta dela bomba falló. La detonación ocurrió a 500 metros sobre la superficie. 70.000 personas murieron de inmediato achicharradas por una temperatura de 1000 grados. Los supervivientes que llevaban reloj se encontraron con él fundido al hueso de la muñeca. Las mujeres que llevaban quimonos estámpados descubrieron que los tintes de la prenda convirtían su piel en un arco iris. Muchos ojos estallaron dentro de sus cuencas. Algunas personas quedaron con los rostros deformados y con un boquete donde antes estaba su boca. Las cuerdas vocales de muchas personas ya no hablaban; hacían chirridos como los de los elitros de los insectos. Por todas partes se veían muñones y gente mutilada.
Eatherly no participa en la misión sobre Nagasaki, aquejado de lo que los médicos militares consideran una fatiga de combate. Le duele la cabeza, como si se achicharrase. No habla durante días, a pesar de que no ha visto el estallido de luz a través de sus gafas polarizadas.
En 1947 tras una serie de homenajes por parte de la población civil Eatherly se licencia, aunque rechaza todas las condecoraciones que el presidente Truman quiere concederle. Empieza a trabajar para una multinacional del petróleo, se casa, tiene hijos, lo ascienden a jefe de ventas. Pero no puede dormir.
Empieza a mandar cartas de disculpa a las autoridades japonesas, que son interceptadas por el FBI. Tras un intento de suicidio por ingestión de barbitúricos Eatherly es ingresado en un Hospital Psiquiátrico de Waco para personas con fatiga de combate. Sale con una medicación, una pensión de 132 dólares al mes, y con sus problemas de conciencia e insomnio sin resolver.
Empieza a intentar cobrar cheques falsos por cantidades ridículas, y a dar el nombre de la comisaría más cercana cuando es sorprendido por los bancarios. Lo condenan a un año de cárcel, pero sale al cabo de nueve meses por buena conducta. Descerraja cajeros sin llevarse el dinero. Intenta atracar un banco con una pistola de juguete.
Pero nadie le quiere castigar, al menos oficialmente. La prensa empieza a decir que es una persona viciosa y disoluta, Su hermano, que es un cobarde. Su esposa se divorcia de él. Lo castigan por tener conciencia de haber obrado mal, aunque fuero en el contexto de una guerra, no por haber matado 70.000 personas y haber truncado la vida de 130.000. Los llamados hibakushas.
En 1959 las autoridades, hartas de un hombre que no se ciñe a su papel del héroe sano americano y patriótico, lo internan en un manicomio. Allí reciba las cartas de un filósofo llamado Gunther Anders, que comprende lo que le está pasando a Eatherly. Las autoridades del Ministerio de Exteriores consideran a Anders personas non grata.
Los compañeros de Eatherly empiezan a hablar con los periodistas. Tibbets, el comandante del Enola Gay dice que duerme perfectamente por las noches;Joe Siborik, el encargado del radar, afirma en la prensa: "Solo fue una bomba más, solo que un poco más grande". Harry Truman, que había ordenado el ataque, dijo que de lo único que se arrepentía era de haberse casado a los 30.
Eatherly morirá en 1978 en una celda de psiquiátrico, con 70 años. Tibbets, un fanático militarosta, ordena que no se hagan conmemoraciones ni salvas. únicamente se cumple la voluntad de Eatherly de ser enterrado al lado de su esposa.
Pero en 1959 recibió una carta firmada por 50 jóvenes hibakushas japonesas. Era el perdón del pueblo de Hiroshima.
"Estimado señor: Todas nosotras somos chicas que, aunque tuvimos la suerte de escapar a la muerte,fuímos heridas en muestros rostros y en nuestros cuerpos por las bombas atómicas. Nuestros rostros muestran cicatrices y heridas. Y es nuestro deseo que esa cosa horrible a la que se le llama "guerra" no se repita jamás. Hemos sabido que los sentimientos de culpabilidad lo atormentan y que ha sido internado enun psiquiátrico. Le escribimos para expresarle nuestra más profunda conmiseración y asegurarle que no sentimos odio hacia usted. (...) Lo consideramos una víctima más."
El objetivo elegido era el Puente Aioi, pero la espoleta dela bomba falló. La detonación ocurrió a 500 metros sobre la superficie. 70.000 personas murieron de inmediato achicharradas por una temperatura de 1000 grados. Los supervivientes que llevaban reloj se encontraron con él fundido al hueso de la muñeca. Las mujeres que llevaban quimonos estámpados descubrieron que los tintes de la prenda convirtían su piel en un arco iris. Muchos ojos estallaron dentro de sus cuencas. Algunas personas quedaron con los rostros deformados y con un boquete donde antes estaba su boca. Las cuerdas vocales de muchas personas ya no hablaban; hacían chirridos como los de los elitros de los insectos. Por todas partes se veían muñones y gente mutilada.
Eatherly no participa en la misión sobre Nagasaki, aquejado de lo que los médicos militares consideran una fatiga de combate. Le duele la cabeza, como si se achicharrase. No habla durante días, a pesar de que no ha visto el estallido de luz a través de sus gafas polarizadas.
En 1947 tras una serie de homenajes por parte de la población civil Eatherly se licencia, aunque rechaza todas las condecoraciones que el presidente Truman quiere concederle. Empieza a trabajar para una multinacional del petróleo, se casa, tiene hijos, lo ascienden a jefe de ventas. Pero no puede dormir.
Empieza a mandar cartas de disculpa a las autoridades japonesas, que son interceptadas por el FBI. Tras un intento de suicidio por ingestión de barbitúricos Eatherly es ingresado en un Hospital Psiquiátrico de Waco para personas con fatiga de combate. Sale con una medicación, una pensión de 132 dólares al mes, y con sus problemas de conciencia e insomnio sin resolver.
Empieza a intentar cobrar cheques falsos por cantidades ridículas, y a dar el nombre de la comisaría más cercana cuando es sorprendido por los bancarios. Lo condenan a un año de cárcel, pero sale al cabo de nueve meses por buena conducta. Descerraja cajeros sin llevarse el dinero. Intenta atracar un banco con una pistola de juguete.
Pero nadie le quiere castigar, al menos oficialmente. La prensa empieza a decir que es una persona viciosa y disoluta, Su hermano, que es un cobarde. Su esposa se divorcia de él. Lo castigan por tener conciencia de haber obrado mal, aunque fuero en el contexto de una guerra, no por haber matado 70.000 personas y haber truncado la vida de 130.000. Los llamados hibakushas.
En 1959 las autoridades, hartas de un hombre que no se ciñe a su papel del héroe sano americano y patriótico, lo internan en un manicomio. Allí reciba las cartas de un filósofo llamado Gunther Anders, que comprende lo que le está pasando a Eatherly. Las autoridades del Ministerio de Exteriores consideran a Anders personas non grata.
Los compañeros de Eatherly empiezan a hablar con los periodistas. Tibbets, el comandante del Enola Gay dice que duerme perfectamente por las noches;Joe Siborik, el encargado del radar, afirma en la prensa: "Solo fue una bomba más, solo que un poco más grande". Harry Truman, que había ordenado el ataque, dijo que de lo único que se arrepentía era de haberse casado a los 30.
Eatherly morirá en 1978 en una celda de psiquiátrico, con 70 años. Tibbets, un fanático militarosta, ordena que no se hagan conmemoraciones ni salvas. únicamente se cumple la voluntad de Eatherly de ser enterrado al lado de su esposa.
Pero en 1959 recibió una carta firmada por 50 jóvenes hibakushas japonesas. Era el perdón del pueblo de Hiroshima.
"Estimado señor: Todas nosotras somos chicas que, aunque tuvimos la suerte de escapar a la muerte,fuímos heridas en muestros rostros y en nuestros cuerpos por las bombas atómicas. Nuestros rostros muestran cicatrices y heridas. Y es nuestro deseo que esa cosa horrible a la que se le llama "guerra" no se repita jamás. Hemos sabido que los sentimientos de culpabilidad lo atormentan y que ha sido internado enun psiquiátrico. Le escribimos para expresarle nuestra más profunda conmiseración y asegurarle que no sentimos odio hacia usted. (...) Lo consideramos una víctima más."
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