Sus ideas revolucionarían la ciencia del siglo XX, tanto que la mente de este genio sigue dando que hablar más de medio siglo después de su muerte en 1955. Sin embargo, sus grandes habilidades científicas no entorpecieron sus relaciones sentimentales, que pasaron más desapercibidas gracias a su fiel secretaria.
MILEVA MARIC.
Era su compañera de estudios en Zúrich. Su relación de cuatro años culminó en 1902 con el nacimiento de su hoja Lieserl. La niña desaparece dos semanas después. No se sabe si fue dada en adopción o falleció. La relación entre Mileva y Albert Einstein no volvió a ser la misma desde entonces, aunque se casaron en 1903 y tuvieron dos hijos (Edvard y Hans Albert) que crecieron en un ambiente familiar deteriorado. La pareja se divorció en 1919. En 1921, cuando le dieron el Nobel de Física, Albert la envió el dinero a Mileva, tal y como le había prometido.
ELSA LOWËNTAL.
Prima de Einstein. Mantuvo con él una relación epistolar apasionada desde 1912, a espaldas de Mileva, hasta 1919, año en que los primos se casaron. Ella tenía 38 años u dos hijas adolescentes, Ilse y Margot. El ritmo de trabajo y las presiones del divorcio con Mileva tenían a Eistein al borde del colapso físico y nervioso, por lo que Elsa se lo llevó a casa para cuidarlo.
JOHANA FANTOVA.
Albert y Johana se habían conocido en Praga en 1929, y se reencontraron en los Estados Unidos, donde habían llegado cada uno por su lado, huyendo de los nazos. Johanna trabajaba en la Biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton, donde Albert era catedrática de Física. En 1952, trece años después de la muerte de Elsa, Einstein le pidió a Johanna que ordenara si biblioteca. Era la oportunidad de tenerla cerca. El genio se sentía solo.
Y LAS DEMÁS....
Los flirteos de Einstein eran constantes. Sin embargo, poco sabemos de ellos, porque Helen Dukas, su fiel secretaria, se encargó de taparlos. Sabemos que su relación con una muchacha austriaca, Margarette Lebach estuvo a punto de arruinar su matrimonio con Elsa. Y se conservan las cartas de amor que Einstein escribió a la espía soviética, Marguerite Ilonenkova. La casa de subastas Sothesby´s intentó subastar estas cartas pero no encontró un comprador.
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