Yo no lo llamaba exactamente mi amigo, pero supong que si lo traigo aquí es porque en cierto modo lo fuí a mi modo. Se llamaba D. Ad. Tenía esquizofrenia aunque esta no lo matase directamente - muríó de cáncer de médula- sino su insistencia infantil en vivir lejos de las redes de apoyo familiar y social. Claro que es posible que esto no lo eligiera solamente él.
Tenía la casa desordenada. Había montones de libros por todas partes y las pastillas de la medicación estaban por el suelo. Un día metió en su vida a un compañero de piso. Le robó. A cambio le llenó la casa de botella de vino vacias. En otro caso le recetaron unas pastillas de dormir, de esas que se deben tomar en la correcta dosis. Se las terminó de una tacada y tuve que llevarle a Urgencias y avisar a sus familiares.
Mi amiga Mari Carmen Fernández se refería a este último incidente como "el fracaso del sistema" aunque supongo que todos los sistemas posibles habrían fracasado con D. Ad.
Ahora acaban de salir a la palestra un caso parecido. María Gombau era una chica que participó en el 15 M. Una antisistema. Quería a sus hijos y hasta el último mes de vida de los pequeños mantuvo escolarizado al mayor. Tenía amigas que sabían que vivía con su marido belga en una chabola okupada pero que no notaron más que un vago presentimiento de desastre en las últimas semanas.
La pareja era incapaz de mantener los empleos porque levantarse a una hora concreta y hacer funcionar el mundo era como pertenecer al sistema. Se aficionaron a los programas de ocultismo, a creencias de la New Age, que asumieron sin criterio, como la creencia en OVNIS y en la reencarnación. Tomaban drogas para parar un tren. Y Gombau era propensa a las depresiones post parto y desarrolló un transtorno psicótico según el cual existía una red de pederastas gobernado el mundo desde las sombras que querían llevarse a sus hijos.
Y no dejaban que nadie se acercase lo suficiente para poder frenar el desastre. María, presuntamente mató a sus hijos de seis años y cuatro meses a golpes, tuvo una discusión con su marido que terminó en persecución en cueros por el pueblecito de Godella, y la Guardia Civil le tuvo que sacar del tonel donde se escondía.
Este es un caso más sangrante que el D. Ad porque hubo víctimas inocentes. Somos seres sociales. Por mucho que reneguemos del sistema tenemos que trabajar dentro de él, aceptar normas que establecieron otros antes por nuestro bien. El problema de estos incidentes, que implican a personas adultas que arrastran con ellos a sus hijos, es que la nula aceptación de la realidad lleva a la marginación voluntaria. Vivir en una NO sociedad.
Para María esa sociedad era gratificante porque podía tomar drogas, vivir según sus normas, creer que era libre...¿Pero hasta qué punto alguien es libre sin los demás?
Las Autoridades Penitenciarias asignaron a María Gombau dos presas de apoyo, el protocolo habitual para una presa mediática. Fracasaron. No pudieron evitar que mordiese a una funcionaria, preguntase constantemente por sus hijos y dijera en un momento de lucidez que no quería a las reclusas de apoyo porque temía dañarlas. Tras el ataque a la funcionaria de prisiones otra vez nos enfrentamos a la intemperie social. ¿Es que alguien es recuperable para la sociedad en estas condiciones? Ahora María se halla en una celda de aislamiento de la cárcel de mujeres de Picassent (Valencia?, con una pared transparente y una vigilante mirando todo lo que hace. ¿Esto es lo mejor para ella o el sistema ha vuelto a fracasar a través del fracaso de María?
Las cárceles no tienen instalaciones para presos con patologías psiquiátricas agudas. Hay cuatro centros en todo el país, entre ellos el de Aita Menni en Bilbao para presos con disociación de la realidad, graves toxicomanías y que tienen delitos de sangre inducidos por sus enfermedades psiquiátricas. Estos centros se quejan del desinterés de la Administración y de la falta de personal y la sobresaturación de las plazas disponibles. No hay expertos en adicciones, psiquiatras ni vigilantes nocturnos suficientes. Otra queja es que no hay donde instalar a los presos con patologías ancianos. Las enfermerías de las cárceles no están adaptadas a ellos pero ni sus familias ni las residencias de ancianos quieren esta patata caliente.
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