Las 1.500 cuevas de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria recuerdan la cultura aborigen, que sobrevivió quince siglos aislada en el archipielago.
Suenan las lapas canarias en el Centro de Vongresos de Bakú (Azerbaiján). Los 2.500 delegados de 195 países empiezan a plaudir. Acaban de declarar Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria como Patrimonio Mundial.
"Son los sonidos de aquellos insulares del pasado que aún retumban en nuestra memoria" dice el presidente del cabildo, Antonio Morales. Las lapas es un instrumento musical confeccionados con conchas marinas. Forma parte del pasado prehistórico de las Canarias, desde las llegada de los bereberes procedentes del norte de África hasta la conquista castellana de las islas, a partir de 1402.
Templos, santuarios astronómicos, graneros fortificados, rutas de pastoreo, pinturas e inscripciones rupestres y asentamientos trogloditas verticales hacen de las Montañas Sagradas un lugar de belleza e historia, construido a medias entre el pueblo guanche y la naturaleza.
La zona protegida comprende una superficie de unas 18.000 hectáreas en la Caldera de Tejeda, Artenara, Gáldar y Agaete, donde la cordillera de roca volcánica está horadara por más de 1.500 cuevas.
La más famosa de estas grutas es la cartografiada por los arqueólogos como C6, conocida como el santuario de Risco Caído, un recinto de 4 metros de altura y base circular, excavado en la roca. Una claraboya rectangular proyecta en momentos concretos del año la luz del Sol y de la Luna llena sobre los grabados de triangulos púbicos, símbolos de fertilidad. Los expertos creen que se trata de un marcador de equinoccio y solsticio, una especie de calendario solar primitivo que los guanches usaban para calcular las estaciones y el momento apropiado para las tareas de los campesinos.
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