Era uno de los grandes proyectos del Tercer Reich: un gran portaaviones con tecnología puntera. A su botadura asistió el propio Hitler, aunque nunca entró en combate.
Su historia es rocambolesca: fue hundido en dos ocasiones, tanto por los nazis como por los soviéticos. Único portaaviones de la Kriegsmarine, nunca llegó a entrar en combate. Este amasijo de metal está hundido a una profundidad de 80 metros en el Mar Báltico. En 2008 una empresa de prospecciones petrolíferas dio con él gracias a sus sistemas de radar.
Se reconoce su cubierta de vuelo, bajo la que se encuentran los hangares para los Junkers y Messermicht. Los cañones no están en su emplazamiento porque los alemanes los desmantelaron y trasladaron a unos almacenes de Noruega.
El Tratado de Versalles de 1919 había impuesto unas limitaciones a Alemania a la hora de rehacer su flota. En 1935, el líder alemán anunció que a "Alemania volvía la plena soberanía militar". Gran Bretaña aceptó renegociar las condiciones del Tratado de Versalles y ledio permiso a los técnicos de la Kriegsmarine para reconstruir y botar barcos de superficie que sustituyeran al 35 por ciento de la flota hundida durante la Primra Guerra Mundial.
Los británicos y los franceses disponían de portaaviones, así que los alemanes quisieron tener el suyo. La idea es que el Graf Spee patrullara las aguas en torno a Escocia para interccceptar las neves de superficie aliadas y así poder minar el podería naval de la Royal Navy.
El Graf Spee costó 93 millones de marcos. Tenía 262,5 metros de eslora y 36 metros de manga, con motores de 200.000 caballos de vapor. Alcanzaba los 63 kilómetros por hora y transportaba hasta 40 aviones entre cazas, bombarderos en picado, aviones de reconocimiento y torpederos Fi 167. Para poder embarcar estas aeronaves era preciso fabricarlas con alas plegables.
Hitler asistió a la botadura de su nuevo portaaviones en diciembre de 1938. Hélene von Bradenstein- Zeppelin, hija del pionero de los dirigibles, fue la encargada de estrellar la botella de champán contra el casco del portaaviones, mientras que del discurso y la arenga a la futura tripulación se encargó Hermann Göering.
Los problemas epezaron al día siguiente. Göering exigió el control sobre los aviones, los mecanicos y los pilotos, mientras las piezas de artillería y los marineros estaban a cargo de la Marina, lo que creaba una monstruosa por confusa bicefalia en el mando.
Al poco de empezar la Segunda Guerra Mundial los administrativos del Ejército retiraron al Graf Zeppelin algunos aviones para suplir las bajas en otras unidades que operaban en tierra. En la primavera de 1940 se desmontaron los cañones antiaéreos del barco, que todavía se hallaba en fase de equipamiento. Poco después se suspendieron los trabajos técnicos del Graf Zeppelin, y Hitler se mostró de acuerdo.
En julio de 1940 remolcaron el casco a otro emplazamiento desde los astilleros de Kiel por temor a que fuese alcanzado por los bombardeos aliados. En mayo de 1941 fue alcanzado el acorazado Bismarck, la joya de la flota de superficie alemana. Los cazas habían salido de la cubierta de los portaaviones ingleses, por lo que los técnicos de la Kriegsmarine llegaron a la conclusión de que el futuro de la guerra en el mar pasaba por los portaaviones.
Por un tiempo se continuaron con las obras de acondicionamiento en el casco. En enero de 1943 Hitler debatio con sus almirantes el tema de la ampliación de la flota, dado el alto nivel de bajas. El Fúhrer renunció a acorazados y destructores en favor de un mayor protagonismo de los submarinos, por lo que las obras se interrumpieron por segunda vez en la dársena de Bremerhaven.
El casco es remolcado a los muelles de Sttettin y usado como almacén de repuestos. Finalmente, los ingenieros de la marina decidieron desmontar el casco del Graf Spee para usar todo lo aprovechable enotras naves.
El Ejército Rojo avanza hacia Sttettin y se apodera de lo que queda del único portaaviones del Tercer Reich, a pesar de que ha sido hundido por un equipo de demoliciones experto en explosivos. Los bocetos y los planos fueron enviados a Moscú y devueltos en 1992 a Alemania tras la caída del Régimen comunista.
El casco fue bautizado con el frío nombre de AB10 y torpedeado en prácticas de tiro hasta hundirlo en el Báltico. El Gran Zeppelin unicamente estorbó y sirvió como propagando durante toda la guerra. Un historiador británico dice: "Fue beneficioso para la Alemania de posguerra que ese protaaviones jamás sirviera mas que de molestia porque si hubiese entrado en combate en ese inmenso campo de batalla que era el Atlántico en 1940, los ingleses nos lo hubiesemos tomado como algo personal el hundirlo. Hubiera sido una muerte cierta para sus 1700 tripulantes".
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