martes, 8 de octubre de 2019

El crack de 1929.

Un país entero se achó a la carretera. La familia de Ton Joad, el protagonista de LAS UVAS DE LA IRA, vendió su granja en Oklahoma, improductiva a causa de las tormentas de arena, y partió hacia California en busca de una vida mejor solo para caer en manos de los explotadores de los campos de cítricos.

En el mundo real la fotógrafa Dorothea Lange pone rostro a estos refugiados estadounidenses cuando fotografía a Florence Owens Thomson en un campo de Nipomo, California desde donde su familia se apresuraba a partir para la recogida de la lechuga en Pájaro Valley.

La literatura sobre  las víctimas de la Gran Depresión es abundante, y en la Biblioteca del Congreeso se pueden encontrar miles de fotografías que ilustran un mundo de hambre, rostros avejentados y esperanzas de un futuro mejor rotas. Actualmente el paro en los Estados Unidos ronda el 4 por ciento, pero en 1930 ascendía a una cifra imprecisa, entre el 25 y el 44 por ciento.

Warren Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover fueron tres presidentes republicanos que se sucedieron en la Casa Blanca. Hoover tuvo que lidiar con el colapso del sistema capitalista y fracaso. La consecuencia más diresta es que fue barrido de la presidencia por el demócrata Rooselvelt.

Entre 1919 y 1929 la Bolsa vivía una orgía especulativa, cuyo punto de no retorno fue la reducción de la oferta monetaria y la subida de los tipos de interés. Ninguno de los presidentes republicanos pudo controlar a los bancos o a los magnates de la industria, en detrimento de unas zonas rurales cada vez más endeudadas por falta de inversión y prácticas  que agotaban el suelo. Los cuidadanos pronto se acostumbraron a comprar a crédito.

Y podemos señalar con el dedo a los culpables de esta burbuja financiera. Charles E. Mitchell, director de First National City Bank, había extendido sus tentáculos por más de treinta países hasta que un escándalo de evasión de impuestos lo sentó en el banquillo de los acusados en 1933. El Chase estaba en manos de otro tahur corrupto: Albert H. Wiggim había vendido antes del crash de 1932 en corto sus acciones y conseguido un capital de cuatro millones de dólares. El magnate Samuel Insull consiguió un capital de 500 millones de dólares... cuando sus empresas solo contaban con 27 millones en activo.

"El peligro planteado por el mercado no se basaba tanto en elnivel de precios y en el volumen de transacciones como en el precario mecanismo que las sustentaba, y en la presión que el mismo ejercía sobre el crédito en Estados Unidos y en el mundo", explica el historiador C. P. Kindleberger en su libro LAS CRISIS ECONÓMICAS, 1929-1939.

Los norteamericanos querían hacerse ricos rapidamente y con el menor esfuerzo físico, lo que fomentó la dependencia de la clase media de los resortes de la Bolsa, si bien el porcentaje de inversores no  llegaba al 17 por ciento

La leyenda ha elucubrado con la imagen de agentes de Bolsa e inversores de capital tirándose desde lo alto de los rascacielos de las principales ciudades  estadounidenses, pero lo cierto es que la oleasda de suicidios siguió una tandencia alcista pero no se disparó. En 1928 se contabilizaban 15,7 suicidios por cada 100.000 habitantes en Nueva York; en 1929 la cifra se elevó a 17; y en 1930, a 18,7. Desde el 24 de octubre de 1929 hasta el final de ese año, el Times dio cuenta de cien suicidios, de los cuales menos de la mitad estaban provocados por el crack bursatil y solo dos habían tenido lugar en Wall Street.

A lo largo de 1930 más de 26.000 negocios echaron el cierre y el número no paró de aumentar hasta 1932. La producción iundustrial bajó un 54 por ciento y el Dust Bowl, las tormentas de arena, provocó un éxodo migratorio sin precedentes en el país.

La historia gráfica late con las colas de los parados y se estremece con las filas de vagabundos a las puertas de los comedores sociales. Al Capone abrió unos cuantos en Chicago. La Ley Seca, derogada en 1920, fue abolida en 1933. John Dillinger asaltaba bancos en las ciudades mientras que Bonnie y Clyde hacían lo mismo en las zonas rurales. Ambos casos contaban con el cariño del público al saber que las autoridades que les denegaban el crédito o les dejaban sin sus empleo tenían problemas a causa de estos aventureros.

Rooselvelt atajó la crisis con el Programa del New Deal. Fomentó el intervencionismo del Estado sobre la actividad económica, disolvió las entidades de crédito contaminadas, confiscó el oro amonetado de manos privadas, empleó a los parados en obras públicas como la Presa Hoover, devaluó el preció del dólar a la mitad... y promulgó la Ley de Ajuste de la Agricultura y le Ley de Recuperación de la Industria Nacional, ambas declaradas inconstitucionales en 1935 y 1936, respectivamente.

Aún con estas medidas, el paró no bajó del 20 por ciento mas que en una ocasión, en 1937. Rooselvelt fue reelegido en tres ocasiones más, a pesar de todo.

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