sábado, 19 de octubre de 2019

Un restaurante en una cárcel de mujeres.

Han traficado, asesinado, robado... Ahora estas reclusas atienden a la exclusiva clientela del restaurante Interno, un lugar de moda en Cartagena de Indias (Colombia) que se encuentra dentro de la cárcel de mujeres.


Durante las noches de los fines de semana ejecutivos, artistas y turistas aguardan bajo un muro coronado con alambre de espino. Todos lucen trajes caros y tienen un objetivo extraño: entrar en la cárcel de mujeres.

Las que le servirán la mesa y les presentarán la carta son terroristas, asesinas y extorsionadoras juzgadas y condenadas. Todas visten el mismo uniforme negro y todas quieren lo mismo: salir reinsertadas a la sociedad.

A las siete de la tarde, un celador masculino abre las puertas de par en par. Las presas podrían salir por ella tranquilamente y perderse en las calles de Cartagena de Indias pero optan por no hacer nada. Los clientes ven un atisbo de lo que es la vida en la cárcel: barrotes pintados de blanco, sujetadores y bragas baratas y desteñidas colgados de un tenderero y cuerpos delgadísimos. No hay un pedazo de esas pieles sin una cicatriz o un tatuaje.

Los clietes llegan hasta una puerta en la que hay un cártel con la inscripción "Segundas Oportunidades". Es el acceso al restaurante Interno, uno de los mejores de la ciudad, que atrae por la exquisitez de su comida así como por el buen trato a las camareras.

La mayoría de las meseras tienen piel oscura y calzan zapatillas baratas, así como una pequeña concesión a la coqueteria: un pañuelo para el pelo de color rosa. Una de ellas presenta a los clientes - de piel blanca- la carta. Hay tres menús para elegir: rissotto de marisco, croquetas de mandioca y gambas con coco, preparados por las reas bajo la dirección de chefs famosos.

La decoración del local, con plantas selváticas y el hecho de que las reclusas no hayan sido registradas en busca de punzones y se dé por sentado que no van a usar los cuchillos para otra cosa que para trocear comida pueden llevar a la engañosa conclusión de que no son presas. Pero del pabellón principal llegan gritos como "Puta", "Hija e mare" que no llevan a engaño. Son amables con los clientes pero no son flores del arroyo.

La única diferencia con los demás restaurantes caros de Cartagena es que aquí las cartas las distribuye Isabel, una terrorista. O Wendy, una ladrona. O Cindy, una asesina. Los clientes preguntan a las presas que les traen las bebidas o las cartas por qué están ellas aquí y las presas contestan con naturalidad.

Sandra, la cocinera, contesta: "Colaboré en una extorsión. Me cayeron dos años": Wendy, una preciosidad, contesta:"Atraqué a un taxista. Estaba desesperada. Tenía tres hijos con el estómago vacío en casa". Isabel, la de mayor edad, responde a la curiosidad de los visitantes:"Soy una terrorista. Apoyé a la guerrilla, pero después nos despojaron de nuestras tierras. Así que cambié de bando y colaboré con los paramilitares".

La idea de Interno es de la actriz colombiana Johanna Bahamón. Se le ocurrió hace unos años cuando las autoridades penitenciarias la invitaron a la carcel Buen Pastor, en Bogotá, como jurado de un concurso de talentos. Ví las condiciones en que se encontraban estas mujeres, la falta de esperanzas... La cárcel las convierte en peores personas. Y los devolvía a la sociedad más radicalizados".

Abandonó su carrera de actriz en 2013 y empezó a trabajar en su idea. Todo el mundo se movilizó: patrocinadores, cocineros afamados, las clases altas de Colombia. Incluso Johanna Bahamón se entrevistó con el ministro de Justicia. "Algunos clientes habituales de Cartagena hacen ofertas de empleo a las reclusas", explica Johanna.

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