Una mañana cualquiera en París. Los niños van al colegio. Las camionetas de reparto llevan el pal, la fruta y la carne a los mercados. Los taxistas esperan clientes dentro de sus vehículos. Nadie se fija en que una tapa de alcantarilla se abre en un callejón modesto. De ella sale un chico con un mono, una mochila y unos planos de fabricación casera. Ayuda a salir a una muchacha con un top, un pantalón corto y unas botas de agua.
Se abrazan, vuelven a poner la tapa de alcantarilla en su sitio y vuelven a casa, entre atenciones de cariño y arrumacos. Acabamos de presenciar el regreso a la superficie de dos catáfilos, dos espeleólogos urbanos.
Los catáfilos exploran el subsuelo de París. Entre ellos los hay que trazan mapas para el Ayuntamiento, los hay que pintan arte urbano y logran que dure un poco más y los hay incluso que se reunen para celebrar fiestas o para hacer actividades políticas, no necesariamente subversivas. En una redada los gundarmes se encontraron con una sala de cine no oficial con sus bancos de madera su pantalla plegable y su proyector.
El caso es que esto ha sido así desde hace mucho tiempo. Jean Valjean, el protagonista de LOS MISERABLES, sobrevive gracias a su conocimiento del subsusuelo de París de la represión de la revolución de 1832 y salva la vida de su némesis, el inspector Javert.
Durante la Segunda Guerra Mundial los invasores alemanes tenían búnkeres de control a escasa distancia de alijos clandestinos de armas de la Resistencia. Los franceses tienen una expresión:"Vete al diablo verde" para referirse a una supuesta criatura mitológica que nunca se deja ver pero que sus quejidos se escuchan por las cavidades subterráneas parisinas.
Aún así la espeleología urbana no está exenta de riesgos: hay bolsas de gas explosivo, se puede coger todo tipo de infecciones, las ratas monstruosas capaces de matar a mordiscos a un gato de gran tamaño.
Los alcantarilleros han encontrado de todo en el subusuelo de París. joyas, carteras, el tronco de un cuerpo humano....Una vez el alcantarillero Pascal Quignon encontró un diamante entre los detritus de las alcantarillas de saneamiento.
Bajo el Palais Garnier, la ópera de París, los ingenieros del siglo XIX desviaron el agua que saturaba sus cimientos. Llenaron un tanque de 55 metros de largo y 3,50 de hondo. Es el hogar de peces de gran tamaño. Los conserjes de la ópera los alimentan con mejillones. Los bomberos de París se trasladan a este tanque regularmente para hacer prácticas de rescate subacuático
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