martes, 2 de junio de 2020

El grito del urogallo.

El urogallo buscó un calvero en el bosque para llamar a las hembras para el apareo. Pero no aparecía ninguna. Los que sí aparecieron fue una serie de seres humanos que empezaron a sacarle fotos y a comentar su presencia entre ellos. La pobre ave había elegido una encrucijada de caminos, cerca de Benasque, en Aragón, para llamar a unas hembras reticentes.

Los niveles de cortisol por el estrés y la frustración subieron notablemente pero cuando los Agentes de Medio Ambiente del Gobierno aragonés se llevaron el urogallo de allí murió bajo sus cuidados pero no por el stress de haber elegido un mal apostadero para el cortejo, sino por un golpe proporcionado por un humano que se acercó demasiado y recibió un picotazo. Fue el fin de uno de los escasos 50 machos reproductores de los Pirineos. Sucedió en mayo de 2017, y puede suceder de nuevo, a medida que más del hábitat de los urogallos se ve interrumpido por las pistas forestales, las explotaciones agropecuarias y los caminos para los senderistas. Cada vez más herbívoros salvajes y domésticos compiten por los arándanos silvestres, principal alimento de los urogallos.

La caza de los mejores machos por los cazadores de trofeos durante el siglo XX dieron como resultado un empobrecimiento del acerbo genético. Las modificaciones en el clima ha alteradoel ciclo anual de los arándanos silvestres. Los insectos que viven de los arándanos y que están en la base de la alimentación de los pollos de urogallo florecen en los meses previos alverano llevando a los urogallos a cambiar su calendario de cría, por lo que los pollos no dispones de bichitos para comer y las nidadas se pierden.

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