Es el único mamífero acorazado del planeta y casi no ha evolucionado desde hace 47 millones de años. Pero ahora, los pangolines están en peligro de extinción. Las supersticiones y la avaricia de los humanos los han convertido en mercancía de una poderosa industria.
Cuando se le acerca un león, el pangolín sabe bien lo que tiene que hacer. Se aovilla y espera con paciencia que el felino pierda el interés. No puede recurrir a garras o colmillos porque carece de tales cosas. Tampoco puede confiar en la protección del grupo porque es un mamífero solitario. Sus escamas de queratina le protegen de un mundo hostil.
Parece que los pangolines no han necesitado evolucionar en los últimos 47 millones de años. Este animal de hábitos nocturnos es una mezcla de armadillo y oso hormiguero recubierto con unas escamas que recuerdan a la de los antiguos dinosaurios acorazados del Cretácico, los anquilosaurios.
Tanto en África como en Asia las escamas bastan para enfrentarse a leones, tigres o leopardos pero no a la nemesis general del mundo aminal, los humanos. Muchas personas, sobre todo en China, atribuyen poderes curativos a las escamas de los pangolines. El hecho de que la queratina- también presente en los cuernos de los toros o en las uñas y el pelo de los seres humanos, na hayan pasado las pruebas farmecaúticas de rigor, no ha hecho cambiar de idea a muchos chinos.
Hay toda una industria dedicada a hacer cremar y pastillas que exigen una cantidad exagerada y no sostenible de escamas de pangolín cada año:unas 26 toneladas. Para ello hay que sacrificar las vidas de 73.000 pangolines. A la luz de estos datos, casi es un consuelo saber que tradicionalmente en África se los cazaba y caza por su carne. Al menos su sacrificio sirve para algo beneficioso y real.
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