viernes, 3 de julio de 2020

El viaje de Kikujiro, de Takeshi Kitano (1999)

Masao es un niño de 8 o 9 años al cuidado de su abuela, una mujer trabajadora. El padre murió y la madre lo ha abandonado para iniciar una nueva vida con otro hombre y un hermanastro que Masao no conoce. Pero ese verano el niño quiere ver a su madre, de la que solo tiene unas señas. Kikujiro, un antiguo vecino de la abuela de Masao, decide llevarlo allí.

En el lado positivo, a Kukijiro lo abandonaron a la misma edad que Masao por lo que comprende la sensibilidad del menor. En el lado negativo es irresponsable - o por lo menos lo aparenta- e histriónico, lo que lleva a la pareja a una serie de situaciones hilarantes por el Japón rural.

Pero aún así sabe llevar las situaciones. Protege a Masao de un pedófilo e incluso miente al niño sobre las razones por las que ha recibido una paliza a manos de los yakuza a cargo de una feria de atracciones. "Me he caído", se limita a decir, para obviar que su comportamiento en el lugar, trucando las tombolas a favor de Masao, había atraído tan poco deseada atención.

Y eso que Kikujiro es un antiguo Yakuza. Cuando se alojan en un hotel con piscina que el protagonista no se puede permitir, Masao pregunta a Kikujiro por qué no se mete en el agua. Kikujiro se pica y se quita la camisa. Tiene un tatuaje de la yakuza en la espalda. Los socorristas tienen que rescatarle, y a partir de entonces, será todo el personal del hotel los que querrán deshacerse de Kikujiro.

También destacan las atenciones que tiene hacia el niño y la total desaparición de su histrionismo durante el resto de la película cuando Masao descubre que su madre lo ha sustituído por otro hijo y que vive su nueva vida de espaldas a él. Frente a esta crueldad, todo lo que pueda acontecer a causa de las acciones de Kikujiro es pecata minuta.

La fotografía y la música de esta cinta están muy cuidadas y el público occidental se dará cuenta de que Japón no son solo historias de samurais y megalópolis como Tokyo. También está su naturaleza, también presente en DOLLS. Los japoneses son sintoístas y tienen una sensibilidad hacia los ciclos naturales que no tienen los europeos y norteamericanos.

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