miércoles, 29 de julio de 2020

Los arrepentimientos de Einstein.

En 1939 Albert Einstein escribió al presidente Rooselvelt alertando de que los nazos estaban trabajando en un arma nueva y terrible. También le instaba para que hiciera todo lo posible por adelantarse a ellos. Estados Unidos llegó antes a la bomba atómica, pero acabó usándola contra ciudades indefensas. Y el padre de la Relatividad, pacifista convencido, nunca se lo perdonó.

Leo Szilárd era un físico húngaro que, como el propio Einstein, había huido de Europa ante el avance de las botas nazis. En una reunión informal le explico a Einstein para que servían sus ecuaciones, un poco de uranio y los neutrones liberados tras la fisión nuclear. "Nunca se me había ocurrido", comentó Einstein. Szilárd le dijo a nuestro héroe que los físicos alemanes, encabezados por Werner Heisemberg, padre del Principio de Incertidumbre, estaban trabajando en la bomba atómica. Algunos físicos patriotas querían adelantarse a sus enemigos antes de que fuese demasiado tarde, pero para ellos necesitaban la influencia de Einstein ante los comités de la Casa Blanca. Habían escrito una carta firmada por varios físicos pidiendo autorización y presupuestos federales para trabajar en su propia bomba, pero necesitaban la firma de Einstein para dar más fuerza a la carta.

Einstein firmó y se desentendió del tema. No tuvo nada que ver con el Proyecto Manhattan, ya que el FBI le consideraba un pacifista peligroso, capaz de poner en peligro con su prestigio el esfuerzo de guerra. Cuando supo que los alemanes estaban cerca de la derrota, que las instalaciones de agua pesada de Escandinavia habían sido saboteadas por la Resistencia noruega, y que Heisemberg no tenía intención de fabricar bombas atómicas escribió a Rooselvelt para que parase el Proyecto Manhattan, pero este no llegó a leer su segunda carta porque murió pocos días después.

Truman, el nuevo presidente, lanzó dos bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki para amedrentar a una fanatizada camarilla de militares ultranacionalistas que rodeaban al emperador japonés. Estos planearon un goplpe de estado para evitar la rendición que fracasó, por suerte para casi todos.

Las revistas y los semanarios de la posguerra señalaban a Einstein como el artífice de la era atómica pese a que él ni siquiera había tomado parte en las actividades, dirigidas por un físico de Bekerley, Oppemheimer. En 1946 la revista TIMES sacaba en portada un hongo atómico bajo el epígrafe: "La materia es velocidad mas llamas".

Einstein no gozó de la popularidad porque empezó a recibir cartas tildándole de asesino y preguntándole porque había decidido trabajar en la bomba. Una de estas personas es el intelectual y filosofo Seiei Sinohara que a principios de los 50 empezó una relación epistolar con Einstein. Este le explicó que era   fundamentalmente pacifista pero que "bajo ciertas ciscunstancias solo cabe defenderse. Los alemanes amenazaban mi vida y la de mi pueblo. No tenía ni tengo nada contra el pueblo japonés. Lamento que se utilizara la bomba contra la población civil japonesa".

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