La oposición al nazismo dentro de Alemania fue débil y se redujo practicamente a la actividad panfletaria y a la resistencia pasiva. Pero hubo algunos intentos (todos fallidos) de matar a Hitler para acabar con su reinado de terror.
GEORGE ELSER.
En 1939, George Elser, un carpintero comunista suizo, coloca una bomba en una columna hueca de la cervecería donde Hitler celebra con un discurso todos los años el levantamiento de 1923. La bomba estalla, terminado el acto, y mata a ocho asistentes. A Hitler no llega a dañarlo porque ha abandonado el edificio 13 minutos antes, de camino a otros compromisos en Berlín.. Elser es detenido. La Gestapo le encuentra una postal de la cervecería y unos planos del edificio. Es enviado a un campo de concentración, donde la Gestapo le ejecuta unos días antes del final de la Segunda Guerra Mundial.
MAURICE BAVAUD.
1938. El Führer se da en Munich un baño de multitudes. Maurice Bavaud es un seminarista suizo de 22 años. Se oculta entre la gente enfervorizada con una pistola con el fin de matar a Hirler, pero hay demasiada gente, y el líder no se pone a tiro. Desiste.
Es detenido horas más tarde, mientras viajaba a París, por un revisor por viajar sin billete. La Policía Criminal ( el KRIPO) le encuentra una pistola y Maurice Bavaud confiesa. Es su sentencia de muerte. Será guillotinado.
CLAUS VON STAUFFEMBERG.
Los militares alemanes de la Werhmatch estaban hartos de perder batallas estratégicas por culpa de las corazonadas de Hitler, así que decidieron cargárselo. Fue un complot dirigido por von Tresckow y Olbritch.
El encargado de llevar una cartera bomba hasta la sala de juntas del Estado Mayor fue el coronel Strauffemberg, que había perdido un brazo y un ojo en la campaña del norte de África. Después da una excusa y se ausenta. Al salir del bunker de Prusia Oriental escucha la explosión y los gritos de dolor.
Lo que ignora es que la explosión solo ha destrozado las perneras de los pantalones de Hitler y ha perforado un timpano a Keitel, además de matar a varios miembros del Estado Mayor. Cuando Hitler hace una aparición radofónica anunciando un castigo para los conspiradores, estos pierden todo el escaso apoyo de oficiales ajenos a la conspiración que pudieran tener. Todos ellos son detenidos y ejecutados.
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