Durante la segunda mitad del siglo XVII el Imperio Español se desangraba en medio de una grave crisis política y económica. El Ejército ya no era tan poderoso como en tiempos de los Tercios y era humillado en todos y cada uno de los frentes bélicos abiertos en Europa. En 1659 Felipe IV de Habsburgo y Luís XIV habían formado en la isla de los Faisanes la Paz de los Pirineos, que marca el inicio de la hegemonía gala en Europa. A partir de aquí cada nuevo tratado entre España y Francia supondría la perdida de control por parte de los españoles de algún territorio, como el Franco Condado tras la Paz de Rijswick.
Carlos II es hijo de Mariana de Austria, que hace las veces de regente, porque su padre ha muerto en 1660. Tiene como válidos al padre Nithard, un clérigo que ni comprende ni aprecia los valores del país del que es ministro y más tarde, de Valenzuela, llamado el Duende de Palacio por la habilidad con la que se mueve por el lugar. Nithard es expulsado por Juan José de Austria, hijo de Felipe IV y de la actriz María Calderón, por lo tanto sin derecho al trono, y Valenzuela le seguirá los pasos. Claro que el hermanastro del rey tampoco logrará estabilizar el declive económico durante su año al frente de la Administración (1678-1679) por culpa de la oligarquía nobiliaria, que le había apoyado contra Nithard y Valenzuela, los favoritos de Mariana de Austria.
Carlos II es un niño débil al que hubo que bautizar con un trajecito de blonda y encajes y una capucha que solo mostraba un ojo y una ceja para que los embajadores extranjeros no vieran su cabecita llena de costra. A los cinco años andaba con dificultad y las nodrizas - fueron hasta 14 mujeres- le estuvieron amamantando hasta los 4 años.
En 1675 empieza a gobernar y se prepara su matrimonio con Maria Luísa de Orleans, que no puede hacer nada por oponerse a las decisiones de su tío, Luís XIV. A pesar de que la reina se mantuvo virgen a pesar de los intentos de Carlos y de ella por tener descendencia varios meses después, se enamoró de su marido sinceramente hasta su muerte, a causa de un transtorno digestivo.
Le sucedió Mariana de Neoburgo, una alemana corpulenta, intrigante y amante de fingir embarazos para llamar la atención de los ministros de su marido. Con ella tampoco hubo suerte a la hora de tener descendencia. Mariana de Neoburgo optó por colocar en la línea de sucesión al archiduque Carlos de Austria, pero en esta ocasión Carlos II no la escuchó y optó por Felipe de Anjou, un pretendiente borbónico, para garantizar la unidad de España.
Carlos II tuvo que soportar las actividades y las recomendaciones de toda una caterva de curanderos, clérigos y astrólogos que trataban de curarle su impotencia con bebedizos, rituales y exigencias como las de yacer con un cadáver en el altar de una iglesia. Todo esto mientras la Inquisición se apartaba y miraba hacia otro lado. Nada funcionó.
Cuando Carlos II murió en noviembre de 1700 tras dejar el trono a Felipe de Anjou y sin poder evitar el conflicto dinástico. Sus médicos dijeron que su cadácer tenía "la cabeza llena de agua, al corazón del tamaño de un grano de pimiento, gangrena en los intestinos, un solo testículo negro como un pedazo de carbón y los pulmones putrefactos". Vivió 39 años.
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