La muerte de Rooselvelt convirtió a Harry S. Truman en presidente de Estados Unidos en plena guerra. No era el destino previsto para un hombre de poco carisma. A él le tocó tomar una decisión crucial:¿Seguir con los planes de su antecesor y lanzar la bomba atómica o invadir Japón? Ahora se cumplen 75 años de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. Truman pudo evitarlo, pero no lo hizo. ¿Por qué?
Llamaron a la puerta del despacho del viceresidente Truman el 12 de abril de 1945. ¿Podría el señor Truman acercarse a ver a la Primera Dama? Temiéndose lo peor, puesto que era un político sin carisma, casi elegido para el puesto por su bajo perfil público y su inexperiencia acudió a ver a Eleanor Rooselvelt. Ella le comunicó que su marido había muerto y Truman era el nuevo presidente.
-¿Que puedo hacer por vosotras?- preguntó solícito.
-La pregunta correcta es que podemos hacer nosotras por tí. Ahora tú eres el que tienes problemas.- le contesto Eleanor Rooselvelt.
En los días sucesivos los asesores de Inteligencia le desvelaron los secretos de la Segunda Guerra Mundial, como Magic, la agencia de desencriptado por la que leían los comunicados de la Armada nipona. También la informaron del Proyecto Manhattan, dirigido por el general Leslie Groves, cuya misión era crear un superarma incostestable que intimidara a la camarilla ultranacionalista que rodeaba al emperador Hirohito. Los planes indicaban que no debía lanzarse antes del día 2 de agosto.
Algunos de los científicos implicados en el proyecto como Leo Szilárd o su director, Robert Opemheimer, protestaron con el plan de bombardear civiles pero sus quejas fueron acalladas por Groves e ignoradas por Truman.
Con este bagaje Truman se estrena en el plano internacional acudiendo a la Conferencia de Postdam. Se ha reunido con el Estado Mayor y ha estudiado la idea de invadir la isla de Kyushu. La estimación de bajas militares que maneja el general Marshall habla de 40.000 marines muertos. Son unas bajas aceptables. Pero también informa a Truman del fanatismo suicida mostrado por civiles y militares japoneses durante la invasión de las islas de Okinawa.
En Postdam informa a Stalin de su arma especial. El líder soviético ya sabe lo del Proyecto Manhattan por sus espías pero hace como si le pillara de nuevas. Para él es una mala noticia. Significa que no podrá espandir su influencia por Asia Oriental como lo ha hecho por Europa del Este, ya que no solicitaran su colaboración para invadir Manchuria y la Península de Corea.
Los diplomáticos nipones no saben nada del Proyecto Manhattan. Hacen llevar a Truman unos documentos con las estimaciones de bajas del ejército norteamericano en caso de invasión de Japón: medio millón de bajas solamente en la toma de la isla de Kyushu. Es inaceptable y causará problemas con los civiles estadoundenses. La idea es sentar a los norteamericanos en la mesa de negociaciones para que acepten sus condiciones de rendición, pero lo que hacen es sellar el destino de civiles inocentes. Porque ahora la única alternativa es la bomba atómica.
El 2 de agosto se bombardea Hiroshima y dos días después Nagasaki. Hirohito decide negarse a seguir los deseos de la chusma militar y propone la rendición a cambio de que respeten su dignidad como Jefe de Estado. Los bambardeos cesan. Los militares intentan dar un patético golpe de Estado que fracasa. Muchos se hacen seppukku ( abrirse el vientre con un sable) porque no aceptan la rendición. Pero la decisión está tomada. La guerra llevaba perdida desde la batalla de Midway (1942).
"He ordenado al Gobierno del Imperio que comunique a los países de Estados Unidos, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética la aceptación de la Declaración conjunta".
Así se rindió Hirohito, el emperador 124 de Japón, en el 15º del 8º mes del vigésimo año de la era Showa ante Harry S. Truman, 33º Presidente de los Estadois Unidos en el tercer día de su cuarto mes de mandato. Es decir el 14 de agosto de 1945. Empezaba la Guerra Fría y la era atómica.
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