sábado, 8 de agosto de 2020

Reyes que se van al exilio.

 El reciente y todavía oscuro caso del monarca español Juan Carlos I - sobre el que no me voy a pronunciar- me recuerda que son numerosos los monarcas de la rama borbónica española que han terminado en el exilio. El primero de ellos fue Carlos IV. Él y su hijo, el Principe de Asturias y futuro Fernando VII, acudieron a Bayona para que Napoleón Bonaparte mediara en un conflicto abierto entre ambos.

Fernando VII había encabezado una conjura contra su padre en El Escorial en 1807 y ahora los dos querían hacer prevalecer sus intereses dinásticos. Napoleón obligó abdicar a ambos y colocó en el trono español a su hermano mayor, José I, que ya había gobernado Nápoles.

Tras la guerra de la Independencia (1808-1813) Fernando VII regresó a España y restauró el absolutismo, pero prohibió el regreso al país a sus padres. Se sentía resentido por haberse visto desplazado de sus primeras obligaciones como Príncipe por Manuel Godoy, primer ministro y amante de su madre, María Luísa de Parma.

Isabel II de Borbón no tuvo una bueba educación ni se le eligió un esposo adecuado. Tampoco se le protegió de los avances de cariz sexual de los militares y tutores que debían proteger sus intereses. Quizá por eso se echó en manos de tantos amantes, porque se esperaba que un monarca fuera agresivo en la cama, aunque ella tenía el handicap de luchar contra el escándalo por ser mujer.

Pero esa no fue la razón de su exilio. En realidad, en lugarde ser neutral, como corresponde a un monarca, favoreció a los conservadores en detrimento de los progresistas, por lo que estos se hartaron y organizaron un pronunciamiento encabezado por el general Prim en 1868. Isabel II estaba tomando las aguas en un balneario de San Sebastián en compañía de su primer ministro y amante Marfori, así que no le costó poner tierra de por medio.

A pesar de que Prim dijo que un Borbón no volvería a reinar en España, hibo una restauración borbónica en 1875 en la figura de Alfonso XII, que murió de tuberculosis en 1885, dejando un hijo póstumo, el rey Alfonso XIII.

 

A Alfonso XIII le perdió su desmedido interés por las aventuras militares y su intromisión en los asuntos políticos del Parlamento. Repetió el error de su abuela de tomar partido por unos en detrimento de otros, y de poner y quitar presidentes a su antojo.

Su afición por todo lo referente a los cuarteles le llevó a asociarse politicamente con la dictadura de Primo de Rivera (1923), por lo que cuando este cayó, ya no le quedaba una posición política segura adónde retirarse, ni el apoyo del Ejército y de la Guardia Civil.

Las elecciones de 1931 estuvieron amañadas. Oficialmente las habían ganado los monárquicos pero solo en las zonas rurales, bajo la presión de los terratenientes latifundistas. Las ciudades eran un hervidero de votantes republicanos, y Alfonso XIII sabía que allí el voto era libre. Si se quedaba en España, nadie garantizaba la seguridad del monarca, que había jugado con las esperanzas de todo el mundo, por lo que huyó a la Italia fascista.

Los franceses han tenido que exiliar a casi todos sus últimos monarcas de la Casa de Orleans. Napoleón Bonaparte tuvo que exiliarse a la isla de Elba, donde escapó cuando tuvo la oportunidad porque llegó a sus oídos un complot de los aliados de la Sexta Coalición para liquidarle. Durante el periodo llamado de los Cien Días, fue Luís XVIII el que huyó de París a toda prisa. Carlos X huyo de la capital tras la revolución de 1830 ( la que sale en LOS MISERABLES) mientras que Luís Felipe lo hacía tras la de 1848. Napoleón III se exilió en Inglaterra tras perder en su enfrentamiento con  Prusia, tras la batalla de Sedán (1870).

En cuanto a los Winsor, antiguos Coburgo-Gotha, el único exiliado por su errática conducta sexual, su boda con la divorcida Wallis Simpson, y sus flirteos con el fascismo fue el rey Eduardo VIII. Su hermano, el rey Jorge VI le amenazó con cortarle el subsidio real si se presentaba en las Islas Británicas sin ser requerido para ello.

El rey Constantino de Grecia, hermano de la reina emérita española actual, Sofía de Grecia, tuvo que exiliarse cuando apoyó una dictadura militar, y luego tuvo la mala de idea de tratar de derrocar a los generales mediante un contragolpe. Italia y Portugal ya no son monarquías tras un referendum en 1910 en caso de los lusos, y en 1946, en caso de los italianos. El rey Vittorio Emmanuelle apoyó a los fascistas de Mussolini hasta que cayeron en desgracia.

Y luego están los monarcas a los que ni siquiera se les dio la opción del exilio como fueron Luís XVI, Maximiliano de Habsburgo, Carlos I Estuardo o el zar Nicolás II Romanov, con toda su familia.




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