La Primera Guerra Mudial había terminado. Los ex combatientes deciden tomarse un respiro y tratan de olvidar el rigor de las trincheras con borracheras frecuentes. Para frenar la nueva libertad de las flappers y los cambios sociales inevitables los sectores más conservadores de la sociedad americana decidieron purificar la sociedad prohibiendo la fabricación, la distribución, la venta y el consumo de bebidas alcohólicas.
El 16 de enero de 1920, Volstead, un congresita luterano, promocionó en Washinton la Ley homónima que prohibía el consumo de alcohol. A lo largo del siglo XIX, las cruzadas contra las bebidas espirituosas, promovidas por los grupos sufragistas o los empresarios de la costa Este, como la Women´s Christian Temperance Union o la Anti-Saloon League, aseguraba que ser un país abstemio acabaría con la violencia de género y la delincuencia. Lo único que se consiguió es llenar las cárceles de mafiosos de bajo rango implicados en el contrabado de alcohol desde Canadá a las ciudades industriales de Detroit y Chicago. Si en 1919 las cárceles federales tenían 4.000 internos escasos en 1932, año de la abolición de la ley Volstead, atendían a 27.000 reclusos.
Los hampones italoamericanos (Al Capone) aprendieron a colaborar con los hampones judíos (Meyer Lansky) y del Este de Europa para dejar fuera del negocio a los hampones irlandeses (Bugs Moran; O¨Bannion). Pero el reparto de las zonas de influencia no se produjo sin altercados violentos como la Matanza de San Valentín (1932) que acabó con el aura de hombre respetable que jugaba con los límites de la ley de Al Capone y lo volvió incómodo para sus socios.
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