Cualquiera puede caer por esee tobogán. Uno publica en las redes sociales una fotografía o un comentario desafortunado y lo siguiente que sabe es que se la caído el mundo encima.
2013. Alicia Ann Lynch es una muchacha de 22 años. Un día, con motivo de Halloween, decide hacerse una foto en la oficina con un pantalón corto, una camiseta con un dorsal y sangre de mentira en las manos y en las piernas. La foto la colocó en Imstagram bajo los hashtags de Marathon y Boston. Una de las víctimas del atentado de los hermanos Tsarnaev le mandó un mensaje: "Deberías avergonzarte. Mi madre perdió las dos piernas y yo casi muero".
Alicia pide disculpas pero la foto ya se ha vuelto viral y ya recibe amenazas de gentes que no la conocen ni han estado en Boston el día de los atentados deseándo que se suicide o que la despidan. Lo segundo sí ocurre.
La cosa ya no queda ahí. Un internauta encuentra una foto de Alicia desnuda en un blog, no se sabe cómo, y la hace viral. Ahora todo el mundo sabe qué aspecto tiene desnuda una chica que no conocen pero que odian como si ella misma hubiese colocado las ollas repletas de clavos con explosivos. Las amenazas de muerte y la presión social se hacen extensivas a los padres de Alicia y otros familiares de la chica.
Vale. Somos estúpidos. Dentro de cada uno de nosotros hay un justiciero en ciernes, un linchador en potencia, que usa una fuerza desmedida para castigar trangresiones que se podrían solventar con una simple llamada de atención.
¿Estuvo mal hacer humor negro con las consecuencias de un atentado? Sí. ¿Está mal hacer virales las fotos de una desconocida porque no nos cae bien? Es todavía peor.
A los que reciben una llamada de atención de este tipo- como yo es dos ocasiones, por cosas publicadas en este blog- les recomiendo que cedan, borren los contenidos polémicos, se disculpen y hagan propósito de enmienda. ¿Que puede no ser suficiente? Ya lo sé. Pero las masas, una vez puestas en marcha, no distinguen si se mueven en el mundo de las emociones y de las vísceras, mas que del raciocinio.
Un niño con cáncer expresó en España sus deseos de ser torero y los internautas le desearon la muerte. No les gustaba la tauromaquia y no creyeron que aquel niño fuese una persona enferma a la que pudiesen herir. No razonaron que es posible que el niño cambie de opinión si vive para hacerse adulto o que no llegue a estar sano para ser matador de toros. Tampoco pensaron que lo más probable es que no haya toreron no toros bravos que lidiar en un futuro próximo.Vieron un símbolo, y todos sabemos que los símbolos ni sienten ni padecen. Seamos sensaton y llevémonos el raciocinio a las redes sociales, por favor.
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