(Articulo de Historia y Vida. Isabel Gómez Melenchón. Adaptación).
Algunas personas creen que la gente del Medievo contraía nupcias en primavera porque era la época en que se tomaban tradicionalmente uno de los dos únicos baños anuales. Lo cierto es que las personas se casaban en todas las estaciones del año, siempre que hubiese tiempo y ganas para festejar algo, y se bañaban con más frecuencia de lo que creemos. La fama de sucio del periodo medieval proviene de la creencia médica de la época de que el agua abría los poros, y por ellos entraban las miasmas de las enfermedades.
Otra creencia extendida es que los baños públicos, de los que en París había más de 30 en el siglo XIII, eran una invitación al pecado, porque hombres y mujeres se desnudaban y aseaban juntos. Un estudiante del siglo XII, Neckhan, se quejaba de los reclamos de los bañeros en la puerta para atraer a los clientes. Gritaban a pleno pulmón: "El agua está caliente". Alfonso IV, tras una serie de derrotas militares, abroncó a sus hombres por debilitar sus cuerpos en las tinas de los baños en lugar de ejercitarse con las armas. Pero en Gerona se conservaban los baños árabes en el siglo XII en funcionamiento, dos siglos después de que la ciudad pasara a manos cristianas.
Algunos religiosos evitaban los baños porque creían que una vida de sufrimiento a causa de las pulgas acercaba a Dios, y no acudir a los baños donde estaban esas muchachas desnudas y incitadoras. Cuando murió Thomas Beckett, los monjes que lo embalsamaron pudieron apreciar que vivía en su cuerpo una nutrida colonia de pulgas. Dormir en jergones de paja tampoco ayudaba demasiado contra los parásitos.
Juan Sin Tierra viajaba con una bañera y con un criado que se acupaba de su higiene. Eduardo III instaló en uno de sus castillos una especie de grifería que expulsaba agua caliente o fría a decisión del monarca. Felipe el Hermoso estaba preocupado porque Juana la Loca, su esposa, se bañaba con frecuencia y se cuidaba el cabello con esmero tres veces a la semana. Tenía miedo de que enfermara.
Las campesinas medievales tenían poca ropa que lavar porque con frecuencia solo había una muda, pero cuando lo hacían la apaleaban con una mezcla de orina y ceniza de leña, cosa que hemos podido ver en nuestros pueblos hasta entrado el siglo XX.
Los dientes se lavaban con una mezcla de miel, vinagre y sal quemada. Los médicos recomendaban a las mujeres de Al Andalus depilarse por completo con pasta de caramelo y los hombres cristianos el afeitado.
Trota de Salerno, una de las pocas mujeres que estudió Medicina en la Edad Media, recomendaba a las mujeres que transpiraban demasiado que se lavaran con una mezcla de vino y hojas de mora y arándanos quemadas.
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