(Un artículo adaptado de XL Semanal. Escrito el original por Fátima Uríbarri).
Freud ordenó radiar intensamente con rayos X a la madre de Felipe de Edimburgo, actual esposo de Isabel II. Es una de las penurias que sufrió Alicia de Batteberg, además de la sordera. No le impidió fundar una Orden Religiosa en 1949 y ser heroína del Holocausto, una Justa entre las Naciones. Un investigador acaba de analizar su historial psiquiátrico.
1922. Los turcos están ganado la guerra contra los griegos cuando un grupo de oficiales toma el poder y exige la abdicación del rey Constantino I de Grecia. Al principe Andrés, su hermano, lo detienen, juzgan y condenan al destierro. Lo acompaña su esposa, la princesa Alicia, y sus cinco hijos. Abandonan Grecia en una nave de la Armada Inglesa, el crucero HMS Calypso, rumbo a París, donde los acoge Marie Bonaparte, la cuñada de la pareja, casada con el príncipe Jorge.
En Francia, Alicia se dedica a las obras de beneficiencia y a la educación de sus hijos: Margarita, Teodora, Cecilia, Sofía y el pequeño Felipe, que años más adelante se casaría con la princesa Isabel de Windsor, en la línea de sucesión al trono británica.
Alicia de Battemberg se vuelve más espiritual en Francia, obsesionándose con la oración y tratando se seguir el ejemplo de su tía Ella - Elizabeth Fiodorovna-, hermana de la zarina Alejandra, esposa del zar Nicolás II. Ella había fundado un convento ortodoxo en Moscú y fue asesinada por los bolcheviques en 1918. La familia real griega empieza a preocuparse cuando Alicia se aísla horas rezando, ayunando y haciendo penitencia.
Consultan con su ginecólogo griego por si se tratara de los transtornos psíquicos de una menopausa precoz, porque Alicia tiene ya 44 años. El doctor Louros es el primero en diagnosticar psicosis y le pide consejo a Freud. El psicoanalista vienés recomienda ingresar a Alicia de Bettemberg en la clínica Schloss, en Berlín. El tratamiento consiste en irradiar fuertemente los ovarios de la princesa con fuertes dosis de Rayos X y en electroshocks, el tratamiento de moda.
Freud desistió de practicar el psicoanálisis con Alicia de Battemberg porque ella era sorda y la terapia está basada en la comunicación verbal. Las irradiaciones con rayos X estaban de moda a pesar de que esterilizaban a los pacientes. El poeta Yeats hacía propaganda de ellas en los cenáculos literarios ingleses tras someterse a una serie de sesiones. Dice que nunca había estado más creativo que después. El propio Freud se irradió a los 67 años para paliar las molestias que sufría tras paceder cancer de boca. Con el no funcionó.
Con Alicia de Battemberg la esterilización con rayos X fue un tormento que no mejoró su estado. Era 1929. Estuvo alicaída y débil. Empezó a ayunar como penitencia a sus graves pecados.
La familia real griega optó por trasladarla sin su consentimiento al sanatorio Bellevue en Kredelingen (Suiza) donde permaneció poco menos de dos años. Intentó escapar varias veces, una de ellas casi con éxito, porque los guardias del sanatorio la detuvieron en la estación de tren. Pronto mejoró y la familia dio permiso para su alta.
Alicia pasó la mayor parte de los años 1930 viajando por Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial se instala en Atenas, donde fundará en 1949 una orden religiosa femenina: La Hermandad Cristina de Marta Y María. Sufragó los primeros gastos de la comunidad con la venta de sus joyas. Antes de todo eso esconde en un altillo de su domicilio a una familia judía, los Cohen, formada por una madre viuda y sus hijos.
El marido fallecido, Haimaki Cohen, había ayudado a Jorge I a abandonar el país, y Alicia le devolvió el favor jugándose la vida por su familia. Cuando la Gestapo la interrogaba, Alicia de Battemberg jugaba dos bazas: exageraba su sordera y se apoyaba en sus dos yernos, unos aristócratas con simpatías nazis. La astuta mujer sabía leer los labios en cuatro idiomas, entre ellos el alemán.
En 1937 Alicia había visitado Inglaterra con motivo del entierro de su hija Cecilia, muerta en un accidente de aviación junto con su marido. Sus otras tres hijas se habían casado sin su presencia con aristócratas alemanes simpatizantes del nazismo. El príncipe Andres estaba en Montecarlo con su última amante en 1935, y Alicia parecía no sentirse resentida por esto.
Cuando llegó la Guerra Civil Griega Alicia sacó a relucir su heroísmo una vez más prosiguiendo sus labores de asistencia a los más necesitados. Las personas cercanas aducían que no corriera riesgos porque las calles de Atenas eran escenario de frecuentes tiroteos a lo que ella respondía: "Dicen que la bala que te mata no se oye, y en cualquier caso estoy sorda".
En 1967 acontece el Golpe de los Coroneles. Alicia de Battemberg acepta abandonar Atenas por última vez e instalarse con su hijo Felipe, el Duque de Edimburgo, consorte de Isabel II de Windsor. Era un espectáculo chocante la presencia de esa monja ortodoxa que fumaba cigarillos baratos y muy fuertes, envuelta en un halo de santidad y heroísmo en el Palacio de Buckingham, ella que había nacido en 1885 en el de Windsor. Muere en 1969.
Pidió ser enterrada en Jerusalén, junto a la tumba de su querida tía Ella (santificada por la Iglesia Ortodoxa), en el monasterio de Santa María Magdalena, en pleno Monte de los Olivos. En 1995 Israel la nombró Justa entre las Naciones por haber protegido a judíos. Felipe de Edimburgo, que no habla mucho de su madre, hizo una excepción y fue a agradecer el reconocimiento.
¿Estaba loca una persona tan generosa como Alicia de Battemberg? "Lo cuerto es que no encajaba y tampoco hay dudas de que padeció un colapso mental", dice Dany Dubos. En su opinión, el colapso tuvo que ver con la excesiva intervención de su madre en la vida de su hija. Cuenta Nubos de que, antes de que la familia real griega la internara en Berlín en 1930, la princesa Alicia de Battemberg mantuvo una ardiente relación epistolar con un inglés, cosa que atajó su madre de forma brusca. "El colapso pudo ser contra la fuerza abrumadora de la madre que la gobernaba constantemente", opina Dany Nubos.
Convertirse en monja de Cristo fue una escapatoria práctica, expone este investigador, porque de este modo podía decir que era la esposa de Cristo sin que la tildasen de loca.
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