martes, 10 de noviembre de 2020

Al camposanto en ferrocarril de vapor. Una historia del siglo XIX.


La Revolución Industrial está en auge hacia 1850. Miles de campesinos echados de sus tierras por los terratenientes llegan a la ciudad donde malviven en cuchitriles sin que las autoridades se preocupen realmente por su bienestar. El aire y el agua están contaminadísimos.

Los enterramientos asociados a los camposantos parroquiales están abarrotados y los chaparrones del clima del sur de Inglaterra exponían trozos de cadáveres en descomposición y atraían a las ratas.

En 1830 el Parlamento se decidió a hacer algo al respecto y levantó "los Siete Magníficos", siete cementerios amplios en el extrarradio de Londres con jardines y setos para poder pasear entre las lápidas. No es vano es la época del Romanticismo.

En 1852 los empresarios de pompas fúnebres Richard Brown y Richard Sprye fundan la London Necrópolis y The National Mausoleum Compañy. Compran un cementerio de 500 acres a 23 millas al sudoeste de Londres en Wooking, Surrey. Las disputas entre Brown y Sprye hacen que la empresa funcione sin ninguno  de los dos al frente.

El cementerio de Brookwood se abre a las inhumaciones en 1854.

Los féretros son llevados desde el domicilio del difunto en coche de caballos hasta el muelle de carga de la Compañía en la Estación de Waterloo. Los parientes recibían descuentos en sus billetes de ferrocarril y viajaban en un vagón especial. Regresaban a Londres por la tarde.

Había dos andenes de descarga de los ataúdes; uno para miembros de la Iglesia de Inglaterra y otro para los "no conformistas".

La estación de Brookwood contaba con sala de espera, zona de recepción de funerales y un barrio para los trabajadores del cementerio.

Se planeo que Brookwood absorviera 50.000 cadáveres anuales, pero el belence hasta 1874 fue de 3.200 enteramientos. En 1954 el cementerio albergaba 216.390 residentes permanentes.

En 1.900 los entierros en ferrocarril perdieron interés para el gran público en favor de las cremaciones y las reuniones en los tanatorios. 

(Adaptación de artículo escrito por Katie Thorton aparecido en National Geographic Latest Stories)

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