Se supone que Tom tiene un transtorno antisocial de la personalidad. Es violento y agresivo pero a la vez está atormentado por la muerte en un accidente de moto de su hermanastra Trini, provocado por su adicción a la velocidad y a la bebida. Ese es el punto de partida del episodio.
Tom reta las normas del Centro Terapeútico Aasha, buscando pelea y provocando enfrentamientos para conseguir que lo castiguen por la muerte de su hermanastra. También se niega a participar en una salida para pintar los pasillos de un colegio derruido por la lava en Los Campitos, porque ese colegio lo dirige su madrastra y teme que tanto las gentes del lugar como sus familiares lo linchen.
Por un lado tenemos a un Tom retador y altanero, que cree que las normas existen para ser burladas y por otro tenemos a lo que será si tiene cuidado con su tratamiento un sociópata integrado. La agresividad no se irá a ninguna parte, pero por lo menos sabe que es su enemiga, sabe lo que le llevó a las adicciones y tratará de ponerle freno.
Lena en cambio es de otra pasta. Es una sociópata de manual. Nunca dice nada, nunca golpeará a nadie personalmente pero es más letal, porque es de las que consiguen que otros lo hagan por ella, por lealtad a ella, mientras observa y se encoge de hombros. Nunca dice nada, nunca da la cara, pero siempre está allí, desde el silencio de las conspiraciones. Solo tiene una habilidad: sobrevivir. Moriría por las escasas cosas que le importan aunque estas le destruyan o hagan ver a sus enemigos un flanco por el que atacar. Pero todo lo hace desde el silencio, por lo que cuando llega la agresión el agredido no puede saber lo que está pasando ni por qué.
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