"El asesino en su apariencia externa es muy probablemente que sea de aspecto inofensivo. Un hombre de mediana edad, bien arreglado y de aspecto respetable. Puede tener el hábito de llevar capa o abrigo porque si no, la sangre de sus manos hubiera llamado la atención de los viandantes"
Esto forma parte del perfil que Thomas Bond, médico forense del Departamento de Investigación Criminal de Scotland Yard, realizó tras analizar los cadáveres de las cinco desafortunadas mujeres que Jack el Destripador evisceró entre el 31 de agosto y el 10 de noviembre de 1888 en el barrio londinense de Whitechapl, en el East End.
Los periódicos lanzaban varias ediciones especiales con los detalles más truculentos, los periodistas allanaban las escenas del crimen y sobornaban al vecindario en busca de los detalles mas morbosos, los propietarios de los escenarios de los crímenes organizaban visitas guiadas para mostrar las manchas de sangre, y los bobbies tuvieron que cerrar una exposición de figuras de cera con bustos de las tres primeras víctimas.
"Los horribles crímenes de Whitechapel. Vean las víctimas de Georgé´s Yard, Buck´s Row y la calle Hambury".
La de Jack el Destripador fue la primera crisis policial moderna pero para nada la primera noticia histórica acerca de un asesino serie. En los siglos XVI y XVII se extendieron por Europa los juicios a licántropos - considerados por la superstición de los campesinos de la época como hombres lobo-, en los que se acusaba a varones de asesinar niños y mujeres bajo la forma de un lobo y sin ninguna razón aparente.
Presuntos hombres lobo fueron Gilles Garnier, ejecutado en la hoguera, el 18 de enero de 1673, por matar a varios niños, o el de Peter Stubbe, autor de 13 infanticidios, entre ellos el de su propio hijo, y ajusticiado el 28 de octubre de 1589.
El último licántropo conocido eludió el garrote vil en Galicia durante el siglo XIX por el interés científico por esta condición. Se llamaba Manuel Blanco Romasanta, el Hombre Lobo de Allariz.
El modo en que estos criminales se expresan a través de sus crímenes tienen mucho que ver con las estructuras sociales imperantes en la época. Antes de la Revolución Industrial los asesinos en serie solían ser aristócratas protegidos por su condición social, como el Mariscal de Francia Gilles de Rais (1404-1440). Aunque combatió a las tropas inglesas bajo el mando de Juana de Arco, fue condenado a la horca acusado por sus propios criados de matar niños. "A veces les cortaba la cabeza, otras solo la garganta, y, en otras ocasiones, les rompía el cuello a golpes".
Las rivalidades feudales pudieron contribuir a que muchas de estas personas fuesen denunciadas. Juana de Arco había sido quemada en Rouen en 1429 y De Rais tenía querellas con sus vecinos y con sus familiares por el despilfarro de las propiedades de su familia. Bathory, la Condesa Sangrienta, que gustaba bañarse en sangre de muchachas para conservar la tersura de la piel, tenía a otros nobles codiciosos de sus propiedades.
Ya con la llegada del siglo XX los asesinos seriales se convirtieron enlos hijos de las familias desestructuradas, con vidas marginales. Podemos citar a Ted Bundy, Ed Gein, Jeffey Dahmer, Albert Fish o Edmund Kemper.
A esto se unía el montón de ocasiones que estos siniestros personajes teníande actuar. Si en la década de 1950 en todos los Estados Unidos solo hubo 90 asesinos seriales en los años 1960, en plena Contracultura, se detuvo a 251. Los v ecinos no cerraban las casas con llave por las noches, los niños jugaban sin supervisión adulta en los jardines, las técnicas de investigación eran anticuadas y la policía tenía muchos sesgos culturales, y la gente recogía autoestopistas.
En 1990 se acabó la época del asesino seriel marginal con la llegada de las primeras pruebas de ADN en 1987 y los primeros teléfonos móviles.
Hubo 823 asesinos serieles en la década de 1980; 724 en la de 1990; pero solo 430 en la de los 2000; y números aún más decrecientes en décadas posteriores.
Todos los asesinos seriales sufrieron malos tratos físicos o abusos sexuales en la infancia y abandono emocional por parte de uno de los padres o de los dos. La mayoría de ellos vivieron en casas dominadas por madres adolescentes o desapegadas- Todos ellos crecieron resentidos con una sociedad en la que no se sentían incluidos y se refugiaban en fantasías de dominación y violencia que acababan llevando al mundo real, según los criminólogos Robert Ressler y John Douglas.
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