Este arqueólogo del siglo XIX había nacido el 6 de enero de 1822 en una diminuta aldea prusiana, hijo de un pastor protestante. El padre fue destinado a la vecina Ankershagen. Era un fanático de la Historia Antigua que hubiese deseado estar en Nápoles, desenterrando las ruinas de Pompeya y Herculano. En lugar de cuentos de hadas de los hermanos Grimm, le narraba a su hijo las hazañas de Aquiles y Eneas, de manera que Heinrich se familiarizó con los mitos griegos de la época micénica.
El díade Navidad de 1829 el padre de Heinrich le regaló un ejemplar de Historia Universal contada a los niños, de Jerrer. Este libro tenía bonitas ilustraciones. Una de ellas mostraba a los supervivientes troyanos huyendo de su ciudad en llamas. El pequeño le dijo a su padre: "Con estos muros tiene que haber quedado algo en pie. Yo encontraré Troya cuando sea mayor"
Pero para eso tenían que pasar 44 años. Lo último que sabemos del pastor Schliemann es que la comunidad le acusó de abusar de mujeres y hacer desaparecer los fondos de la colecta. Schliemann hijo ya no lo vuelve a nombrar en sus memorias.
Tras pasar de ser un chico de los recados -hasta que las exigencias físicas del empleo le impidieron ganarse la vida de ese modo- pasó a ser empleado de unpuesto burocrático en Holanda, lo que le dejaba tiempo para hacer lo que más le gustaba: estudiar por su cuenta. Aprendió quince idiomas. Leía una y otra vez en voz alta un libro en la lengua que deseaba aprender, estudiaba su gramática cada día y procuraba escribir textos en ella, a pesar de que cometía errores garrafales en ellos. No importaba. Los corregía al día siguiente, y vuelta a empezar. Para la pronunciación acudía a servicios religiosos en inglés e iba repitiendo en voz baka cada palabra del sermón escuchado.
Su memoria era tan prodigiosa que podía recitar de corrido dos novelas tan extensas como IVANHOE y EL VICARIO DE WAKEFIELD., cuyas ediciones actuales suman unas 700 páginas.
Convertido en contable de una empresa de importación y exportación comprendió que necesitaba aprender un idioma más si deseaba prosperar: ruso. Como no había rusohablantes en Amsterdam, ayudado de un diccionario y una gramática, Schliemann pronto se atrevió a enviar cartas comerciales en ese idioma.
Se enriqueció en los Estados Unidos con la fiebre del oro de California, vendiendo a los buscadores todo lo que pudieran necesitar. Se casó con una aristócrata rusa que no compartía su obsesión por saber cosas ni por la cultura clásica por lo que pronto se divorciaron. Su segunda esposa fue una muchacha de 17 años - Schliemann tenía 47- llamada Sofía Engastrómenos. Era un matrimonio de conveniencia un poco raro. Schliemann aportaba la dote pero ella tenía que saber recitar a Homero de corrido y conocer la Historia de Grecia a fondo. Sofía le daría dos hijos y estaría presente durante sus descubrimientos arqueológicos.
En 1868 Schliemann recorre ítaca, Micenas y Tirinto. Luego pasan a Turquía, al lugar donde los expertos situaban las ruinas de Troya, en las alturas que dominan Pinarbashi, a orillas del río Escamandro y a 15 kilómetros de la boca del estrecho de los Dardanelos. Ese era el lugar ideal, salvo que se encontraba lejos del mar Mediterráneo. Un funcionario británico le habló de una colina, propiedad de su hermano, llamada Hisarlik. El funcionario, llamado Calvert, había realizado unas catas sin más ambición. Todo indicaba que allí se encontraba el solar de Troya.
Para hallar el Templo de Atenea al que se refiere Homero en la Ilíada cavó una trinchera de 36 metros de ancho que dividió en dos la colina en sentido norte- sur, en el centro de la misma. Aún no sabía que estaba excavando en la inmensa tarta de las ruinas de nueve ciudades diferentes, edificadas una encima de los restos de la anterior. Estableció un pozo de 20 metros de profundidad, descartando todo lo que no fuera troyano ,entre ellos un montón de artefactos romanos, que no le interesaban en absoluto a Schliemann
El 31 de diciembre de 1873 Schliemann descubrió artefactos de oro, que sí le interesaban. Antes de que sus 150 operarios turcos pudieran manipularlos les dijo que les daba el día libre. Luego desenterró las piezas de oro con un cuchillo y su mujer las trasladó a través del campamento de los excavadores ocultas en un delantal.
Aquel tesoro que Schliemann adjudicaba al rey Priamo - quizá se tratase en realidad de un rey hitita llamado Parajamadu- fue sacado clandestinamente de Turquía y presentado en Grecia a la comunidad internacional. Las fotos de Sofía engalanada como Hlena de Troya dieron la vuelta al mundo.
Los turcos reclamaron el tesoro por vía judicial pero un tribunal griego decidió que las piezas pertenecían a Schliemann por derecho pero que tendría que pagar al Gobierno otomano una compensación de 10.000 francos patrón oro. Schliemann cuadriplicó la compensación e incluso mandó a Stambul algunas piezas menores para su exhibición.
Durante los 13 años siguientes practicó su desastrosa manera de excavar en Micenas y Tirinto. De un gran circulo de piedras en Micenas extrajo diademas, collares, sortijas, coronas, copas, peines, mascaras mortuorias y toda clase de objetos.
Los críticos empezaron a decir que lo encontraro en Hisarlik no tenía nada que ver con Troya sino que las joyas eran anteriores. Acertaron. También dijeron que Sofía no estaba presente en eld escubrimiento de las joyas de Troya porque ese día estaba en Atenas. También resultó ser cierto. Incluso lanzaron el bulo de que le había encargado a un orfebre el añadido de una barba y un bigote a la máscara mortuorio que atribuía a Agamenón antes de presentarla ante el rey de Grecia.
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