lunes, 27 de septiembre de 2010

Garibaldi, héroe de la reunificación italiana.



Giusseppe Garibaldi fue uno de los aventureros románticos del siglo XIX. Abrazó los grandes ideales de su época y los colmo con su gran capacidad para la teatralidad y sus ansias de aventuras.



El 30 de junio de 1849 se despide de este héroe en la Scala de Milán, en el escenario. Allí, mientras sostiene un sable declara "Dondequiera que vayamos, estará Roma". De esta manera, este marinero revolucionario declara que Milán ya no puede resistir más el asedio por parte de las tropas de los Estados Pontificios.



La prensa de la época da cuenta de una visita a Londres en 1864, donde fue acosado por las multitudes. Los 650.000 asistentes al acto para recabar fondos apenas sí le dejaron hablar. Asistió al acontecimiento la propia reina Victoria, que afirmó posteriormente que "se había sentido avergonzada por su propio pueblo".



¿Quién es este hombre? Un simple marinero. Garibaldi no había mostrado ningún interés por la política hasta 1833 cuando ofreció pasaje a 13 seguidores del pensador francés Saint-Simon. Garibaldi se haría muy amigo del líder del grupo, un tal Emile Barrault. Según las controvertidas Memorias de Garibaldi, Barrault "quería romper los coglione a media humanidad y consagrar su vida a crear problemas a la otra mitad".



En las Memorias, puestas en cuarentena por los más prestigiosos historiadores italianos, Garibaldi habla de una entrevista en Rusia con Giovanni Bautista Cuneo, miembro del movimiento Joven Italia. Se sabe que la tal entrevista no tuvo lugar porque Cuneo estaba en prisión durante la fecha del encuentro remarcada por el marino.



En 1834 Garibaldi participa en un levantamiento en Piamonte. La revuelta contra los ocupantes austriacos es reprimida y Garibaldi tiene que huir a Marsella vestido de civil porque los austriacos le han condenado a muerte.



Haciéndose pasar por un marino inglés, Garibaldi decide cambiar de continente y desembarca en América del Sur. Allí simpatiza con los farrapos, un grupo de campesinos y hacendados liberales que tratan de independizar Río Grande do Sul frente al imperio brasileño.



En 1839, conoce al gran amor de su vida, la revolucionaria Anita. Esta mujer era cálabre entre los gerrilleros farrapos porque montaba a caballo y disparaba igual que los hombres. Es en Brasil donde Garibaldi entra en contacto con el mundo de los gauchos, unos vaqueros que usan camisas rojas para disimular las manchas de sangre del ganado.



Anita y Garibaldi se trasladan a Uruguay donde defienden Montevideo del asedio del conservador Oribe y sus aliados argentinos. Los guerrilleros al mando del italiano llevan camisas rojas con un volcán negro dibujado. Representa las aspiraciones del pueblo uruguayo, que, como el Vesubio, despertarán un día con virulencia.



En 1848, las noticias de los acontecimientos en Europa, hacen que Garibaldi desee regresar con 60 camisas rojas a Italia. Llega justo en el momento en que los piamonteses están dando los primeros pasos para obtener la reunificación de Italia. El papa Pío IX huye de Roma en cuanto Garibaldi entra en la ciudad para convertirla en república independiente. Los camisas rojas repelen a las tropas francesas como pueden hasta el 1 de julio de 1849, en que son obligados a retirarse hacia el norte. Llegan a Venecia, con un balance sólo de 250 bajas.



Los siguientes años son un periplo por diferentes países: Estados Unidos, Tánger, Centroamérica, Perú e Inglaterra.



En 1853, el conde de Cavour, la mano derecha del rey Vittore Emanuelle II, pide a Garibaldi que organice para Piamonte una unidad paramilitar que haga frente a los austriacos y le autoriza a regresar a Italia. Así nacen los Cazadores Alpinos, que cosechan las victorias de Vares y Como. Pero llegan los problemas cuando este grupo paramilitar, los Alpinos, son desautorizados a avanzar sobre Roma. Por su parte, los diplomáticos franceses devuelven el Veneto y los ducados centrales a Austria-Hungría.



Garibaldi decide actuar por su cuenta y pone proa al reíno de las Dos Sicilias, para apoyar las revueltas de Palermo y Messina. Cavour no le detiene porque sabe que si se vuelve contra el marino, el héroe de Grande Do Sul, en ese momento, se jugará todo el resultado de la contienda.



1088 camisas rojas y la esposa de uno de ellos- convenientemente vestida de hombre- se enfrentan al rey borbónico Francisco II en Sicilia. Se consigue la victoria de Calatafimi, donde los soldados de Francisco II triplican en número la modesta fuerza de voluntarios de Garibaldi.



Tras asegurar Palermo, Garibaldi cruza el estrecho de Messina, y consigue la victoria de Volturno, contra 25.000 soldados borbónicos. Garibaldi se proclama distador de Nápoles.



Los piamonteses han aprovechado para hacer sus esfuerzo bélico y derrotan al ejército del papa para reuirse con el marino de la camisa roja en el sur. Cuando los dos ejércitos, el de Cavour y el de Garibaldi, entran en Roma, se puede considerar que Italia está unida de nuevo. Estamos a 17 de marzo de 1861.



Garibaldi siempre defendió que "el papado, la más secreta de las sociedades, debía ser abolido", y no paró de conspirar, hasta que el propio Cavour le paró los pies tras la derrota de Aspromonte, donde fue herido.

En realidad, el papado estaba blindado por una serie de acuerdos diplomáticos con los franceses, y no pudo ser unificado hasta que las tropas francesas dejaron Roma para intervenir en la guerra francoprusiana (1870).

Garbaldi será dipulado en la Asamblea de Burdeos de 1871, intervendrá en la guerra francoprusiana, y será diputado en el Parlamento italiano en 1875. Lugo se comprará una casa en Cerdeña, donde se retarará hasta su muerte en 1882. Allí se dedicará a pescar, cuidar ovejas y escribir dos novelas anticlericales. Un héroe de acción, este Garibaldi.

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