viernes, 6 de mayo de 2011

Bandolerismo en Andalucía.



Los escritores románticos del siglo XIX no tenían que vivir en Andalucía. No tenían que trabajar de sol a sol para los señoritos, ni sufrir abusos constantes. Por eso escribían acerca de cigarreras gitanas, tardes de valor en el ruedo y asaltos por nobles bandoleros.





Nada más lejos de la realidad de la época y del lugar.





En el siglo XVI Sevilla es el destino de los galeones que hacen la carrera de las Américas. Las carretas de oro pasan ante campesinos desesperados, ahogados por los impuestas, sometidos a los terratenientes latifundistas, que las miran pasar y piensan:"Caramba; yo no soy de piedra".





Los bandoleros solían ser campesinos que vieron en los asaltos a diligencias y carretas de la Casa de Contratación una manera de escapar a la miseria. El profano piensa que sólo Andalucía sufría el problema, aunque se podría citar también al bandido generoso catalán Serrallonga o a Gautxori, un salteador de caminos de San Miguel de Basauri, en el País Vasco.





Uno de los bandidos más famosos del siglo XVIII fue Diego Corrientes, o Corriente. A diferencia de otros bandidos, Corrientes destacó por su trato humanitario a los asaltados. Incluso destinaba parte del botín para pagar su silencio y obtener escondites cuando los migueletes iban tras su pista. Saqueaba a los dueños de los cortijos para repartir el botín entre los necesitados.










Ásí era Diego Corrientes





el rey de Andalucía





que a los ricos les robaba





y a los pobres socorría.










En marzo de 1781 es capturado y ahorcado en la plaza de San Francisco de Sevilla, sede de los ajusticiamientos populares. "El día 30 de marzo de 1781 ahorcaron en la plaza a Diego Corrientes, natural de Utrera, por salteador de caminos (sin haber ninguna muerte) y resistencia a las Justicias... Fue descuartizado y puesto los qartos en los caminos públicos. Su cabeza se puso en la puerta de Osario, en donde a los pocos días fue llevada a enterrar en la bóveda de la Iglesia Parroquial de San Roque, extramuros de dicha puerta", reza el informe policial.





Otro héroe bandido es José María Hinojosa, alias El Tempranillo, quien se lanza a la sierra en el siglo XIX. La Justicia era desproporcionada en esa época y lugar. Quejarse sobre el estado político de las cosas, algo que nsotros hacemos a diario y de forma tan gratuita, tenía consecuencias funestas para los andaluces de los libros de viajes románticos.





No se sabe si El Tempranillo mató al violador de su madre o simplemente acuchilló al hombre que había insultado a su novia. Pero el miedo no le paralizó y repitió casi punto por punto la historia de Diego Corrientes. Su fama llegó a tal punto, que los corresponsales ingleses, franceses y norteamericanos recorrían la sierra para poder entrevistarle, imposibilitando la tarea de asaltar diligencias y huir de los migueletes.





En 1832, Fernando VII decide indultar a la mayoría de los bandoleros que deseen recuperar su vida normal. El Tempranillo se acoge al indulto, junto con otros 185 bandidos, por lo que pasa a ganarse la vida luchando contra el contrabando. Poco le dura la vuelta a la legalidad, porque uno de los contrabandistas que persigue, El Barberillo, lo mata en 1833.





Los migueletes son substituidos por un cuerpo de policía militarizado, La Guardia Civil. Pero es la aparición de los vehículos a motor y el telégrafo los que van a poner fin a la carrera delictiva de estos bandidos. El 18 de marzo de 1934 será capturado el último, Pasos Largos, a los 61 años, durante una refriega contra la Guardia Civil.





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